Mark Walker, de la revista especializada británica "Rhythm", habló con el batería de Supertramp durante la última parte de la gira "It's about time".


Bob Siebenberg (también conocido como Bob C. Benberg merced a una extraña situación relacionada con su permiso de trabajo durante su juventud), es uno de los grandes baterías del pop y el rock de los años 70.

Mientras que algunas de las llamadas bandas “muso” de aquel período se perdieron por el camino con canciones que duraban veinte minutos y tenían más cambios de clave y de ritmo de los que deberían estar permitidos, el grupo de Bob, los polifacéticos Supertramp, fueron fieles a su capacidad para crear canciones pop perfectas con letras que siempre tocaban la fibra y acordes que siempre albergaban melodías irresistibles. Y empastándolo todo de una forma muy compacta estaba la maravillosamente sobria batería de Bob, que siempre rezumaba sentimiento, control y buen gusto.

Aquello fue entonces, y esto es ahora. Supertramp ha vuelto a salir de gira y ha ofrecido varias actuacioness en el Albert Hall, con un repertorio que incluye canciones de su primer álbum de estudio desde 1988, “Some things never change”, y muchos de sus grandes éxitos. Estuvimos con Bob antes de uno de esos conciertos.


PREGUNTA: Diez años sin salir de gira son muchos, Bob… ¿Qué has estado haciendo todo este tiempo?

BOB: Grabé un disco en solitario para la división alemana de Polygram, y creo que fue comercializado en España y en Francia. Tuvo un éxito moderado, pero no el suficiente como para que me financiaran el siguiente. Eso me llevó un par de años, y todavía sigo componiendo, pues tengo un estudio en mi casa, pero perdí algo de entusiasmo. Estaba un poco quemado después de tantos años con Supertramp y fue bonito apartarme del negocio de la música durante un tiempo. Y tengo dos hijos: Jesse, de 21 años, que ahora toca la percusión en la banda, y una niña de 17. Así que en ese período me centré en su crecimiento, mientras participaba activamente en la comunidad donde vivíamos entrenando al equipo de béisbol del instituto. He sido muy feliz estando alejado del mundo de la música por una temporada.

PREGUNTA: Viendo que Jesse se encarga de la percusión en esta gira, supongo que tú le enseñaste tanto a tocar la batería como a jugar al béisbol…

BOB: Bueno, supongo que inconscientemente sí le enseñé cosas. Creo que aprendió viéndome tocar, y él siempre tenía preparada una pequeña batería. Supongo que le enseñé y le hice fijarse en cosas que pensé que le resultarían interesantes, y que intenté formarle un buen gusto respecto a los baterías que escuchaba, y eso le ayudó a seguir por el buen camino. Esa es mi opinión.

PREGUNTA: ¿Qué baterías le recomendaste?

BOB: Yo crecí con Jim Capaldi, del cual sigo pensando que fue un gran batería... Y creo que B.J. Wilson, de Procol Harum, también era impresionante... Levon Helm sigue siendo uno de mis favoritos… Me gusta Mitch Mitchell, las cosas tan diferentes que hizo en el mundo del jazz… Esos eran los que más me gustaban. También había un batería llamado Mike Kelly que tocó con Spooky Tooth.

PREGUNTA: Nombres muy interesantes esos que mencionas… ¿Qué era lo que tenía de especial Supertramp en los años 70 para que, aún siendo una banda de músicos, grabáseis esas grandes canciones pop, con una batería más próxima al sentimiento que a la pirotecnia?

BOB: Bueno, esa es la esencia de ser batería: hacer que las cosas sienten bien. Para entender de qué va una canción, es mejor sentarse a tocar de forma que casi puedas pasar desapercibido, en vez de provocar que el público se ponga a agitar la cabeza con el ritmo cada cuatro compases.

PREGUNTA: ¿Supertramp llegó a separarse oficialmente?

BOB: Simplemente dejamos de tocar. Llevábamos mucho tiempo saliendo de gira cada dos años, y supongo que durante una temporada eso se acabó de forma natural. Nadie dijo nada al respecto, nadie dijo “Vamos a estar diez años sin tocar” o “No volveremos a tocar juntos”. Al final del último concierto que dimos aquí en 1988, simplemente nos separamos unos de otros. Yo he seguido en contacto con Dougie Thomson y con John Helliwell, y también hablaba de vez en cuando con Rick Davies. Dejamos que las cosas siguieran su curso, y desconozco si a alguien le molestaba que pudiéramos volver a tocar juntos. ¡Pero me alegró mucho recibir esa llamada para reunirnos de nuevo!

PREGUNTA: ¿Cómo fueron las grabaciones del último álbum, “Some things never change”, con Jack Douglas?

BOB: El hizo que nos resultara muy fácil volver a meternos en un estudio. Para nosotros siempre ha sido muy complicado grabar discos, pues a veces nos quedábamos realmente atascados en las grabaciones. Con algunas canciones como “Child of vision” nos pasábamos cinco días seguidos, intentándolo cinco o seis veces al día, y no lográbamos lo que estábamos buscando. Y luego llegábamos al estudio el sexto día, nos poníamos a tocar y por fin lo conseguíamos.

PREGUNTA: ¿Cuál es tu álbum favorito de la primera época del grupo?

BOB: “Crime of the century”, sin lugar a dudas. Supongo que porque era el primero, y la experiencia en su conjunto fue increíble: trabajar con Ken Scott, todo el proceso de grabación, la atmósfera que había en el estudio mientras hacíamos esa música… Todavía sigue siendo mi disco favorito.

PREGUNTA: Cuando se grabaron la mayoría de los clásicos de Supertramp, los ordenadores todavía eran algo del futuro, pero… ¿Te gusta utilizarlos ahora?

BOB: Personalmente es algo que no me molesta, y lo considero como si fuera otro colega en la sala de grabación a quien no puedo ver, pero siempre he estado en contra de ello por concepto. Creo que la música necesita ser respirada. No veo nada malo en que un estribillo pueda ser retocado un poco para que encaje mejor en una canción, pero creo que los ordenadores han hecho que la música se vuelva un poco más fría. En algunos casos se pierde la emoción del músico, pues sólo las personas consiguen que los instrumentos suenen como deben sonar. Creo que cuanto más utilizas esa tecnología, menos mérito tiene la música que consigues.

PREGUNTA: ¿Cómo empezaste a tocar la batería?

BOB: Mi padre siempre tenía música “dixieland” en el tocadiscos, y creo que me aficioné a ella. También solía ver el programa de Lawrence Welk en la tele, y me di cuenta de que siempre acababa fijándome en el batería que tocaba con él. Cuando tenía 8 ó 9 años vino al colegio un tipo preguntando si alguien quería unirse a la orquesta escolar, y yo elegí la caja. Por entonces sabía que era un tambor, pero ni siquiera sabía cómo se llamaba. Así que entré en la orquesta escolar y acabé tocando en una banda de música “surf” en California. Era alrededor de 1960, y sólo éramos dos guitarristas y un batería. Tocábamos canciones de Dick Dale & The Deltones y de The Coasters, era una especie de rock and roll instrumental. Habíamos visto tocar a Dick Dale, y eso me hizo convencerme de que quería formar parte de una banda. Era una época anterior a los Beatles y a los Rolling Stones. Tocábamos en bailes de fin de curso, en fiestas locales, en garajes… Era algo así como lo de “La Bamba” en la famosa película: se abrían las puertas del local y allí entraba todo el que quería.

PREGUNTA: ¿Recibiste algún tipo de formación?

BOB: No, nunca recibí clases de batería. Mi técnica era propia y rudimentaria, pero conseguí aprender a tocar.

PREGUNTA: ¿Estás disfrutando al volver a salir de gira, o se trata de un trabajo duro?

BOB: Me lo estoy pasando bien, volver a tocar en grandes escenarios es estupendo. Estamos teniendo mucho éxito, aunque resulta bastante agotador. Hemos tocado durante catorce semanas en Europa, y al final de esa parte de la gira todos estábamos bastante cansados. Nos tomamos una semana de vacaciones y después tocamos otras cinco semanas en América. Tocábamos tres o cuatro noches seguidas, descansábamos un día, otras tres o cuatro noches, otro día de descanso… Eso hace que el tiempo se te pase volando, pero mientras tanto te vas quedando sin fuerzas. Yo planifico cada día de trabajo pensando en el concierto, preparándome para encontrame lo mejor posible a la hora de subir al escenario, y por eso lo llevo bien.

PREGUNTA: ¿Te resulta agradable tocar junto a tu hijo Jesse a la percusión?

BOB: Es increíble, él lo clava. Supongo que básicamente conoce muy bien mi forma de tocar, así que giro la cabeza, miro y le veo ahí delante, tocando en la misma onda que yo. Es maravilloso.

PREGUNTA: ¿Y tiene el Albert Hall algo de especial?

BOB: Desde luego que sí. ¡Tocamos aquí en 1976, sólo dos días después del nacimiento de Jesse! No hay otro sitio como este. Cuando te subes a este escenario y contemplas esta sala, te das cuenta de que es un sitio muy especial.