Crónica de Harvey Kubernick sobre el concierto de Supertramp en Los Angeles durante la gira americana de "Crime of the century", publicada en la revista británica "Melody Maker".

Para Supertramp el de Los Angeles era un concierto muy importante, que podía tanto encumbrarles como arruinarles en los Estados Unidos. En los años 70 y 71 fue un importante grupo "underground", pero no despertó suficiente entusiasmo en el país como para cruzar el Atlántico.

Después desaparecieron en la penumbra hasta que el pasado otoño publicaron "Crime of the century". El álbum despegó lentamente pero se ha vendido bien durante los últimos meses.

Así pues, el escenario estaba preparado, y ahí se encontraba un grupo casi desconocido como actuación principal del prestigioso Santa Monica Civic durante su primera gira, algo que sólo otros dos grupos, Wizzard y Nektar, han conseguido recientemente. Todas las localidades estaban agotadas, y podía palparse la electricidad entre la multitud cuando el telonero Chris de Burgh se marchó después de una actuación sorprendentemente corta.

Las luces se apagaron y poco después el público empezó a rugir al reconocer las primeras notas de "School". Al principio el grupo parecía un poco nervioso, pero después de la atronadora ovación por "Bloody well right", su segundo tema, los músicos empezaron a darse cuenta de que el público estaba con ellos.

El grupo tiene tres centros de atención: Rick Davies como líder, John Helliwell como portavoz, y el vocalista y guitarrista Roger Hodgson como estrella. Tienen mucho más que ofrecer al público que cualquier grupo de un solo hombre. El batería Bob Benberg (un chico de la zona que volvía a casa) y el bajista Dougie Thomson le proporcionan al grupo su solidaridad, y consiguen que dé la impresión de que en los trabajos anteriores de Supertramp falta algo.

Benberg estuvo especialmente impresionante. Su estilo es muy sólido y estéticamente interesante. Además, el trabajo de sus técnicos es tan bueno que su batería suena casi como si golpeara directamente el micrófono.

Sin embargo, son las composiciones Davies-Hodgson la esencia de Supertramp. Davies tiene una técnica a los teclados sencilla y chapada a la antigua, mientras que la fluidez de las notas de la guitarra de Hodgson y su hermosa y frágil voz en canciones como "Dreamer" le dan al grupo una gran soltura. Helliwell interpreta las mejores melodías al saxofón que he oído desde las que hacía Keith Cremmel para Audience hace muchos años.

La parte audiovisual también funcionó bien y la actuación fue limpia, compacta y altamente profesional. ¡Efectivamente, estos chicos tienen “toda la jodida razón”!