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Crónica de Laurie Lonsdale sobre el concierto de Supertramp en Toronto, aparecida en la revista musical canadiense "Lithium Magazine".

Siguiendo con la tradición musical veraniega de que las bandas antiguas y clásicas vuelvan a los escenarios para emocionar al público una vez más, el grupo británico de rock progresivo Supertramp se encuentra haciendo una gira. Como bien saben los fans, este formidable conjunto ha sufrido varios cambios a lo largo de los años, llegando a convertirse en una formación de músicos totalmente distinta y que apenas se parece a la original.

Sin embargo, la pieza más evidente e importante que falta en este rompecabezas ha sido y sigue siendo el miembro fundador, gran compositor y extraordinario vocalista Roger Hodgson, que después de haber escrito y cantado algunos de los grandes éxitos de Supertramp dejó el grupo en 1983 para emprender una carrera en solitario en la que, junto a sus trabajos posteriores, sigue interpretando sus canciones más famosas con la banda.

Mientras tanto, el otro miembro fundador, Rick Davies, se quedó con el nombre del grupo y siguió adelante. Ahora, junto a los miembros originales John Helliwell (saxos, clarinete y teclados ocasionales) y Bob Siebenberg (batería y percusión), más Carl Verheyen (guitarra), Cliff Hugo (bajo), Lee Thornburg (trompeta y trombón), Jesse Siebenberg (voz y percusión) y Gabe Dixon (teclados), está interpretando algunas de las canciones más memorables de finales de los 70 y principios de los 80.

Su gira actual hizo una parada en Toronto para tocar en el Molson Canadian Amphitheatre el domingo 12 de Junio, y aunque este recinto es sinónimo de verano, ese día la climatología resultaba más propia de cualquier otra estación. Ni siquiera los dos coloridos balones de playa que el público se divertía golpeando de un lado a otro consiguieron que aquello pareciese una noche de mediados de Junio.

Con un cielo completamente nublado y una fría brisa procedente del lago, Supertramp salió al escenario con una mínima reacción por parte del público. No hubo banda telonera, ni un complicado sistema de iluminación, ni un escenario fastuoso, ni el menor decorado. Tan sólo una gran pantalla en la parte trasera que raras veces fue mostrando imágenes a lo largo del espectáculo. No obstante, todo lo que el concierto adoleció en detalles lo tuvo de sobra en calidad de sonido.

Abriendo la actuación con ‘You started laughing’ y haciendo una rápida transición a ‘Gone Hollywood’, Davies y compañía fueron la viva imagen de la experiencia y la confianza. La interpretación de cada nota fue positivamente perfecta. Sin embargo, al principio del concierto la banda daba la impresión de ser excesivamente técnica y un tanto mediocre, ya que no había energía, ni interacción con el público, ni canciones que emocionasen a la audiencia.

No fue hasta la quinta canción, momento en que el grupo abordó su famoso tema de 1979 ‘Breakfast in America’, cuando el público empezó a reaccionar de verdad. A pesar de ello, el entusiasmo de la multitud duró poco ya que nuevamente la banda se puso a interpretar canciones menos conocidas, ejecutando cada una de ellas de la misma forma seria y ligeramente monótona.

Afortunadamente, ‘Give a little bit’ consiguió que todo el mundo empezase a dar palmadas, con los fans poniéndose a cantar de pie. Y así llegamos hasta la segunda parte de la actuación, mucho más entretenida, en la que una enérgica ‘intro’ de piano en ‘Rudy’ obtuvo la aprobación de los asistentes en forma de aplausos y vítores, mientras en la gran pantalla trasera se emitía la película de un tren recorriendo a gran velocidad una serie de vías ferroviarias.

Una alegre interpretación de ‘It’s raining again’ tuvo un gran impacto entre los fans, lo mismo que ‘Take the long way home’, que comenzó con el familiar sonido de la armónica y logró que una gran parte del público se levantase de sus asientos y se pusiese a bailar en sus sitios o en los pasillos.

El éxito comercial de 1975 ‘Bloody well right’ fue interpretado a la perfección, siendo seguido de inmediato por ‘The logical song’, en la que por desgracia hubo algunos problemas con los teclados. Aunque a los técnicos se les vio preocupados por intentar solucionar el problema cuanto antes, la canción no se vio demasiado afectada por el contratiempo, que fue algo que aparentemente no le importó al público. Si acaso, la agitación que se vio sobre el escenario fue un reflejo del caos y la urgencia del puente de la canción.

La parte principal de la actuación fue completada con ‘Goodbye stranger’, poniendo una vez más a cantar a todo el público, que pareció estar de acuerdo con que la banda hubiese dejado sus mejores canciones para el final. Los bises supusieron todo un chute de energía y nostalgia con tres de los mayores éxitos de Supertramp: ‘School’, que proporcionó al público una tensa espera hasta el esperado grito, ‘Dreamer’ y finalmente ‘Crime of the century’.

No hace falta decir que el único crimen que se cometió esa noche fue que el concierto terminase tan pronto, pero no antes de llevar al público a un maravilloso viaje por sus recuerdos.