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Reportaje de David Boothroyd aparecido en la revista "Melody Maker" sobre el concierto de Supertramp en Bournemouth, el último de su gira de 1977.

Cualquier grupo que da 114 conciertos en una gira entre América y Europa a lo largo de varios meses se merece al menos un sobresaliente por su resistencia. Lo que Supertramp consiguió darle a su público la semana pasada en su último concierto habla bien a las claras de quiénes son ellos, su equipo técnico y todos los que les rodean.

Supertramp ha alcanzado una perfección técnica a la que pocos grupos pueden acercarse. El sistema de sonido, que es de su propiedad, consigue que otros grupos suenen como un transistor. La iluminación está perfectamente sincronizada e interpretan su música de forma intachable.

La semana pasada incluso instalaron un generador privado para evitar posibles cortes de energía, como les había sucedido la semana anterior en Wembley.

Pero en Bournemouth el espectáculo fue bastante más que una obra maestra de la tecnología. Sobre el escenario hubo monos bailando con plátanos, una colegiala atacando al saxofonista John Helliwell ("mi sueño hecho realidad", dijo él) y un exhibicionista sentado bajo la sombrilla de la portada del álbum "Crisis, what crisis?".

Fue una noche de locura contenida, que enamoró al público, pero las payasadas del escenario no permitieron distraer la atención sobre la música. El grupo tocó muchas canciones de su nuevo álbum, "Even in the quietest moments", entre ellas su último single, "Babaji", y también temas antiguos, acabando como de costumbre con "Fool's overture" y "Crime of the century", que al parecer siguen siendo las favoritas de casi todos los públicos, y ciertamente también del público de Bournemouth.

El espectáculo de Supertramp no es el más espontáneo que verás en tu vida. Se limitan a hacer un bis, "Crime of the century", finalizando con una explosión de sonido mientras la portada del famoso álbum, la de los puños agarrando los barrotes de hierro, llena la pantalla del escenario.

Pero si cambiaran constantemente de repertorio, no podrían alcanzar esos niveles de sincronización y perfección que hacen que sus conciertos sean literalmente impresionantes. Nadie en Bournemouth pareció pensar que aquello sonaba demasiado ensayado o artificial. Sólo buena música interpretada a la perfección.

Si te los perdiste, te perdiste algo especial. Volverán en 1978, no vuelvas a cometer el mismo error...