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Reportaje de Bill DeYoung sobre el concierto de Supertramp en la ciudad de Tampa durante la gira de 1977, publicado en el diario estadounidense "St. Petersburg Times".

“Give a little bit”, el nuevo single de un grupo llamado Supertramp, es una fresca, picante y perfecta canción de verano para 1977. Y Supertramp, el conjunto de cinco músicos que actuó en el Curtis Hixon Hall el pasado sábado, está destinado a tener un gran año y un gran éxito.

Dieciocho mil fans oyeron a Supertramp interpretar una exquisita combinación de estilos que muchas veces se había intentado antes pero pocas había tenido éxito. Dominada por los teclados, la música de Supertramp utiliza los mejores elementos del jazz progresivo y del pop pegadizo, sin abusar de ellos, y la fusión es enormemente impactante.

El saxofonista John Helliwell ejerció de maestro de ceremonias para el resto de la banda, entre los que se encuentran Roger Hodgson y Rick Davies, quienes estuvieron alternándose constantemente entre cinco teclados. El baterista Bob Siebenberg es un percusionista convincente, y el correcto uso del eco de su batería proporcionó un sonido más completo. Siebenberg y Dougie Thomson forman un equipo compacto, y la claridad de su sección rítmica sólo admite comparaciones con los trabajos más recientes de Fleetwood Mac.

Otro factor importante en el concierto del sábado fue el montaje sobre el escenario. La banda estuvo rodeada por una estructura de madera que servía de sujeción para un enorme telón negro y albergaba todas las luces. A los lados había unos paneles luminosos de color blanco que le proporcionaban a la zona donde se encontraba la banda un efecto de cerco. El montaje teatral, acompañado del excelente uso de las luces, le dio un toque íntimo a la velada.

Musicalmente, Supertramp tiene un gusto impecable por los arreglos. En ocasiones Helliwell cambia sus instrumentos de viento hasta cinco veces por canción. Hodgson y Davies, los cantantes y compositores de la banda, son dos teclistas de primer nivel, y sus voces cubren todo el rango de estilos. Su música se escapa a cualquier tipo de catalogación, pues varía desde el jazz más temperamental hasta las canciones de amor más delicadas, traspasando las barreras del rock. Lo que más llama la atención en la música de Supertramp son su creatividad y su originalidad. No suenan como ningún otro grupo.

Mostrando cierta inclinación por los títulos raros, el grupo interpretó, entre otros, “Bloody well right”, “Hide in your shell” y “Another man’s woman”, de discos como “Indelibly stamped”, “Crisis? What crisis?” y “Even in the quietest moments”. En esta época, el talento puede permitirse ser excéntrico. Supertramp es una banda esencialmente británica, y esta era su primera aparición en la zona más meridional de los Estados Unidos. Tras la actuación del sábado, todo indica que están a punto de convertirse en un grupo de éxito internacional.

Al terminar el concierto con “Fool’s overture”, la banda estuvo acompañada por un montaje cinematográfico de instantáneas de la Segunda Guerra Mundial, entre las que aparecía una imagen de la Tierra explotando. Era la primera vez que yo veía un efecto así de impactante, mientras la música era tan cautivadora y emocionante. El público, inicialmente contenido al no saber qué esperarse, rompió en aplausos. Ya había sido así a lo largo de todo el concierto.

Enhorabuena a la dirección del Curtis Hixon por colocar asientos en la zona de pista, permitiendo que todo el mundo tuviera una buena visión del mejor concierto que ha presenciado esta región en mucho tiempo.