John Walker asistió al concierto de Supertramp en Preston dentro de la gira británica de "Crime of the century" y escribió esta crónica para la revista musical inglesa "New Musical Express".

Practicando una especie de juego de sillas musicales en el escenario, Supertramp  hace un uso completo de todo su equipo. Con teclados esparcidos por todas partes, necesitan toda la mano de obra que sea posible.

Lo consiguen a través de los dos componentes que se ocupan de los teclados, con un Richard Davies sentado junto a una sombrilla amarilla, rodeado por el órgano, el piano eléctrico y el gran piano.

El ejemplo perfecto de sus métodos compartiendo instrumentos es el músico de viento, John Helliwell, cuando interpreta tranquilamente un acorde en el sintetizador, lleva a cabo un solo de oboe y es relevado a los teclados por Roger Hodgson, que evidentemente considera que ese sonido de cuerdas es más importante en aquel momento que su guitarra. No dejan ningún resquicio en su música.

Helliwell es la respuesta del grupo a Paul Madely, paseándose por todo el escenario como un niño que va descubriendo cosas nuevas, golpeando campanas, dando palmadas ante el micrófono, haciendo armonías y, de vez en cuando, tocando los instrumentos que tiene asignados. Incluso, en sus ratos libres, hace de director de sus dos compañeros cantantes, Davies y Hodgson.

Dougie Thomson nunca parece aburrido por las generalmente poco complicadas tareas del bajo, que a menudo se reducen a colocar notas sobre el ritmo de la batería.

Davies, que empieza a solas la mayoría de las canciones, da la impresión de encontrarse tocando el piano en su casa, cuando el resto de la banda se une a él. Se trata de un grupo que merece más de lo que ha conseguido por sus trabajos anteriores.