Crónica de Al Niester sobre el concierto de Supertramp en Toronto durante la gira promocional de "Breakfast in America", publicada en el periódico canadiense "Globe and Mail".


Consideremos por un momento, ya que el porvenir no es demasiado prometedor, todos los espectáculos de rock que han tenido lugar en esta ciudad. Evoquemos aquellas primeras visitas de los Beatles y los Rolling Stones, momentos como el "Live Peace" de Toronto en 1969, o incluso el gigantesco montaje de la nave espacial de Electric Light Orchestra del verano pasado.

Ahora consideremos también que cuando Supertramp haya terminado su estancia de tres noches en el Exhibition Stadium habrá actuado ante cerca de ciento treinta y cinco mil personas y habrá recaudado más de un millón doscientos mil dólares. Ambos datos suponen records absolutos para la ciudad.

Estos hechos y cifras pueden no ser totalmente concluyentes, pero ofrecen evidencias de que el  paso de Supertramp por Toronto puede ser lo más grande que ha azotado esta ciudad desde el huracán Hazel.

Hay miles de razones para la increíble popularidad de Supertramp, pero tal vez la más evidente, como cualquiera podría afirmar tras ver el público de anoche, es el atractivo universal que tiene el grupo. Este atractivo abarca todas las edades desde los 12 hasta los 35 años, y todas estas edades se encontraban allí a partes iguales. Supertramp es probablemente el grupo de rock más universalmente aceptado desde los Beatles.

Anoche el grupo dio un concierto de más de dos horas, sonando, como decía un chico de 16 años sentado detrás de mí, igual que en los discos. Pero si este joven espectador hubiera visto a Supertramp en el Massey Hall en 1976, se habría dado cuenta de que el grupo toca igual que en los discos, de acuerdo, pero que la experiencia de hacer giras y el éxito popular han dado como resultado un espectáculo mucho mejor. A pesar de que los miembros del grupo todavía no dan saltos sobre el escenario, el sonido que producen es mejor que nunca.

La sección rítmica de Bob Benberg y Dougie Thomson se te mete en lo más profundo de las tripas. Los instrumentos de viento de John Helliwell se muestran dramáticos. La voz de Roger Hodgson se eleva en una atmósfera más suave. Y todo con la ayuda inconmensurable de su increíble sistema de sonido, once camiones cargados de tecnología de los años 80 que anoche proporcionaron, con diferencia, el sonido más claro de todos los conciertos al aire libre que he escuchado.

A causa de su limitación de movimientos sobre el escenario, Supertramp utilizó diversos trucos visuales, incluyendo un par de efectos de copos de nieve que ofrecieron una luminosidad tal que me sorprende que ninguno de los aeroplanos que aterrizaban en el cercano aeropuerto de Toronto provocara un “domingo negro” en medio del estadio. Pero tal vez lo más interesante fue ver a un joven que portaba una camiseta con la inscripción "Ballet Punk" practicando el baile moderno de una a otra parte del escenario.

La mayor atracción fue, por supuesto, la música en sí misma. Supertramp combina los mejores elementos del rock progresivo de los 70 con la facilidad para las melodías de los 60, y supongo que si hubiera habido un corte de corriente durante el concierto, suficientes voces entre el público habrían seguido coreando la canción hasta su conclusión. Tocaron todas sus grandes canciones (como puede suponerse por la duración del concierto), empezando con una encantadora versión de "School", del álbum "Crime of the century", y siguiendo después con éxitos de la radio como "Fool's overture", "Breakfast in America", "The logical song" y todas las demás.

Fue el típico concierto del que uno se marcha cantando. La combinación de grandes canciones, interpretaciones estelares y un sonido inmaculado, hicieron de este un concierto que, cuando hagan la lista de los mejores momentos rock del año, probablemente sólo sea superado por los conciertos que les quedan por dar esta noche y mañana.