Reportaje de Jim Slotek, del diario canadiense "Ottawa Citizen", publicado en la parte final de la gira "Famous Last Tour" de Supertramp.


Un día antes de su concierto más reciente en lo que se está vendiendo de forma no oficial como la gira de despedida de Supertramp, el bajista de la banda Dougie Thomson saboreaba una cerveza en la cafetería del hotel Hilton de Quebec City mientras recordaba la época en la que no era un hombre rico.

“A principios de los años 70 yo vivía en un pequeño piso de Londres y tocaba el bajo en un club de striptease para ganarme la vida”, dice con su peculiar acento de Glasgow. “Mi padre no dejaba de pedirme que me olvidase de esa tontería de la música y me enrolase en la Marina”.

Y aquel desencantado adolescente podría haber atendido el consejo de su padre de no haber sido por un nuevo grupo llamado Supertramp que puso un anuncio en una revista musical londinense para intentar encontrar un bajista. “La audición fue bastante bien y me dijeron: ‘Bueno, vamos a tenerte a prueba una temporada y después te diremos si consigues el puesto’. Lo gracioso es que todavía no me han dicho si me contratan o no”, cuenta Thomson, de 32 años, con una sonrisa.

La noche siguiente a esta entrevista Thomson continuaba con su período de prueba de más de una década en Le Colisee, delante de quince mil fans enfervorecidos, en lo que supuso su concierto número tropecientos con el grupo. Dando botes por el escenario, proporcionaba el acompañamiento rítmico a sus colegas John Helliwell, Roger Hodgson, Rick Davies y Bob Siebenberg. Todos ellos conforman Supertramp, una maravilla de la producción pop y una de las bandas económicamente más rentables de la historia del rock.

Gracias a la solidez de una sucesión de discos millonarios en ventas (‘Crime of the century’, ‘Crisis? What crisis?’, ‘Even in the quietest moments’, ‘Breakfast in America’ y el nuevo y acertadamente llamado ‘Famous last words’), esta banda de británicos que actúan el lunes en el Lansdowne Park de Ottawa se han ganado a pulso todo lo que han conseguido.

El próximo otoño Thomson volverá a recordarle a su padre eso de “¡Ya te lo decía yo!” cuando le lleve a las Islas Vírgenes para que pase una temporada junto a él en una de las tres residencias que tiene, además de la de Los Angeles y la de Londres.

Lo irónico es que en breve Thomson podría seguir estando a prueba el día que la banda se marchite y desaparezca. Pues aunque todos los miembros del grupo insisten en que Supertramp continuará existiendo después de esta gira, uno de los músicos más notables no seguirá con ellos.

La gélida voz de Hodgson está a punto de emprender una carrera en solitario, convencido de que “los mejores días de Supertramp ya han pasado”. Las tareas de Hodgson en la banda incluyen las de vocalista, coautor de las canciones junto a Davies, teclista y productor.

“Obviamente echaremos de menos la contribución de Roger”, dice el saxofonista Helliwell con un evidente eufemismo durante una reunión en el camerino después del concierto de Quebec. “Pero los demás seguiremos adelante porque todavía nos lo pasamos bien”. Detrás de él, alguien comenta un poco más tarde: “Eso es como perder una rueda del coche y decir que puedes seguir avanzando sin ella”.

El propio Hodgson es sincero en su pesimismo respecto al futuro de Supertramp sin él: “Siendo realistas, se encuentran en un callejón sin salida”, dice Hodgson. “Podrían publicar algo realmente bueno y sin embargo todo el mundo diría que el grupo ya no es lo mismo”.

Su desencanto con Supertramp data de finales de los 70. “Hace cuatro años, durante una reunión que tuvimos, anuncié por primera vez que estaba pensando en dejar el grupo. A estas alturas creo que todo el mundo ya lo tiene asumido y no ha habido sensaciones difíciles”.

“La creatividad y la chispa ya no existen”, añade Hodgson. “Cuando grabamos ‘Crime of the century’ en 1974 sólo necesitamos cinco meses, pero desde entonces preparar cada álbum nos ha costado más tiempo que el anterior”.

Dice que ‘Famous last words’ ha sido la gota que ha colmado el vaso. “Tardamos dieciseis meses en grabarlo y acabamos publicando un disco que no es demasiado bueno. Sabía que había llegado el momento de marcharme. Me sentía estreñido a nivel creativo”.

Pero si esta gira acaba siendo la última de Supertramp, el grupo la está abordando a lo grande. Desde el mes de Junio han actuado sobre todo en grandes estadios, incluyendo un concierto en París ante más de ochenta mil espectadores.

Sobre el escenario todavía tienen el brillo profesional y ostentoso de una orquesta sinfónica. Junto a su habitual arsenal de luces y teclados, la banda transporta una pantalla gigantesca que proporciona un gran apoyo visual a su música esotérica. Para ‘Fool’s overture’, por ejemplo, se muestran imágenes impactantes y dramáticas de una guerra nuclear.

“En muchos aspectos las giras se han convertido en una pesadilla administrativa”, dice Thomson. “Nos acompaña un equipo formado por ciento veinte profesionales. Todavía recuerdo los tiempos en que a nuestros conciertos ni siquiera asistía ese número de personas”.

El primer concierto de la banda en Ottawa tuvo lugar en la High School of Commerce, en 1975, y bien pudo ser uno de aquellos que recuerda Thomson. Apenas mil personas presenciaron la actuación de las futuras superestrellas. “Esos viejos tiempos eran buenos tiempos”, dice Hodgson. “Difíciles, pero más sencillos. Recuerdo salir al escenario y pensar: ‘De acuerdo, ¿dónde demonios estamos ahora?’”.

Desde entonces han acumulado una plétora de grandes éxitos: ‘Bloody well right’, ‘Dreamer’, ‘Give a little bit’, ‘The logical song’… Todos ellos forman parte de lo que Thomson llama “una retrospectiva musical”, el tema central de esta gira.

Por supuesto, a lo largo de los años los estilos musicales han cambiado en cierto modo, y las críticas a los excesos en la producción que siempre han acompañado a Supertramp se han vuelto más duras en la prensa especializada. Por no hablar del resentimiento de los miembros del grupo respecto a las nuevas bandas que han seguido su estela.

“Es fácil ser algo escéptico sobre la nueva música, pero todavía sigue habiendo muchas canciones buenas”, dice Thomson. “Sin embargo, me parece cómico que digan que Supertramp no ha sabido adaptarse a los nuevos tiempos, cuando fuimos los primeros que apostamos por los teclados”.

Si Supertramp vuelve a presentarse sin Hodgson, su trabajo probablemente estará más limitado. Algunos miembros del grupo están contemplando la posibilidad de hacer sus propias carreras solistas, y también hay otros proyectos al margen de la banda. Thomson, por ejemplo, ha empezado a trabajar como representante de otras bandas de la zona de Los Angeles.

Además, todos ellos, residentes en California, están casados y tienen hijos. “Son hombres de familia. Yo soy el único nómada”, dice Thomson, cuyo matrimonio se vino abajo hace cuatro años en medio de las tensiones propias del negocio de la música. “Todos queremos hacer otras cosas cuando termine esta gira. Por lo que a mí respecta, creo que pasaré una larga temporada navegando”.