Crónica de Gerry Gittelson sobre la actuación ofrecida por Roger Hodgson en el Museo Grammy de Los Angeles, publicada en el diario norteamericano "Daily News".

Para los fans del rock clásico, no hay nada mejor que un gran espectáculo de rock como los que ofrecen Kiss o Van Halen. Pero a veces, si un artista es suficientemente bueno, puede plantarse sobre el escenario a solas con su guitarra y dejar a todo el mundo boquiabierto.

Roger Hodgson, el fundador de Supertramp y la voz que puede oirse en la mayoría de los grandes éxitos de la banda británica, demostró sus dotes acústicas el pasado lunes durante un concierto íntimo en el Museo Grammy. Empezó a rasguear las primeras notas de ‘Give a little bit’ y el resto de la velada fue una especie de sueño maravilloso.

No recuerdo a nadie que me haya cautivado de esta forma en mucho tiempo. Hodgson dejó Supertramp en 1983 durante el mejor momento comercial del grupo (‘Breakfast in America’ fue la banda sonora de mi vida mientras estudiaba en el Birmingham High de Van Nuys) para no volver jamás. Desde entonces ha dado conciertos en solitario por todas partes, pero yo no había asistido a ninguno de ellos.

Hodgson cumplirá 61 años a finales de este mes, pero posiblemente su voz se encuentre ahora mejor que nunca, y ese es el mejor tributo a una de esas raras estrellas del rock de los 70 que no ha echado todo a perder a base de excesos. Fue una noche muy íntima, durante la que Hodgson y su acompañante multi-instrumentista ofrecieron una actuación de 35 minutos en la que no faltaron ‘Dreamer’, ‘The logical song’, ‘Take the long way home’ y, por supuesto, ‘Breakfast in America’.

Con letras reflexivas marcadamente británicas, un sonido denso y la increíble voz de Hodgson, todo ello acompañado por la enorme producción que utilizaban en cada estadio en el que actuaban, Supertramp fue siempre un paso por delante de las bandas americanas con las que les comparaban, como Styx, Journey y Foreigner.

Hodgson dejó el grupo hace 27 años para ocuparse de su familia, y su salida fue precipitada a causa de sus crecientes disputas con el otro fundador del grupo, Rick Davies. Pero Hodgson se llevó consigo el corazón y el alma de lo que entonces era una de las bandas más populares del mundo.

A Hodgson nunca le han gustado las fiestas, y siempre se ha centrado en la música y en sus principios personales (supongo que su héroe fue John Lennon, ya que el lunes profesó su amor por los Beatles). A lo largo de los años, Hodgson se ha cuidado mucho, prestando especial atención a su voz. En 1990, incluso declinó una oferta para unirse a Yes porque estaba demasiado concentrado en sus propias canciones.

Y allí se encontraba el lunes, alternándose entre los teclados, la guitarra y el piano, interpretando sus clásicos de Supertramp a la perfección, provocándonos escalofríos, poniéndonos la piel de gallina y haciendo que las lágrimas rodasen por nuestras caras. Fue así de emocionante.

Entre canción y canción, Hodgson tuvo tiempo de contar cómo nació cada una de ellas (“A mi novia no le gustaba esta”, bromeó respecto a ‘Breakfast in America’) y de confesar lo agradecido que estaba por seguir dedicándose a la música y lo feliz que le hace que sus canciones hayan aguantado el paso del tiempo.

Terminó su actuación con una versión de ‘Fool’s overture’ que nos hizo a todos flotar en el aire. Desde luego, fue un concierto muy especial de un artista muy especial cuyas canciones siempre ocuparán un lugar muy especial dentro de mi corazón.