Reportaje de Diego F. Hernández sobre el concierto de Roger Hodgson en el Auditorio Alfredo Kraus de Las Palmas, publicado en el diario canario "La Provincia".

A Roger Hodgson le basta bien poco para que sus apariciones públicas sean todo un acontecimiento. Lejos de su época, pero consciente de que su pasado es lo que sostiene su vida profesional en el presente.

Las canciones que hizo con Supertramp (su carrera en solitario ha sido un continuo bastante regular, aunque sus acérrimos seguidores dirán lo contrario) son grandes entre su público, no envejecen, y basta con agitar con acierto el repertorio para que cualquier espectador se pregunte ¿por qué ya no hay grupos como Supertramp?

Pues, porque entre otras cosas, nada es igual que en sus años de gloria, y los discursos musicales de los años 70, al menos en este caso, se extinguieron sumidos en la comercialidad que mandaba en los últimos coletazos de su carrera, en los años de Famous last words (1982).

Y aunque Supertramp sea una banda menor en el contexto de la música moderna, por aquello de ser excesivamente pulcros en una sociedad regada de hippismo decadente, psicodelia y el sinfonismo excesivo del rock de los 70, su gran repertorio, como el que trajo el teclista, guitarrista y compositor británico, es cosa seria, nostalgias aparte.

Hodgson es un tipo sincero con lo que hace, que no vende humo porque no sabe cómo se hace, y cercano con la gente que continúa venerando cada acorde suyo. El concierto que ofreció el pasado domingo en el Auditorio, dentro de la programación del décimo aniversario, fue tremendamente nostálgico, exquisito para quienes descubrieron en tiempo real discos como Crime of the Century (1974) o Crisis? What Crisis? (1975), porque Hodgson vive sabiamente en directo de las rentas de un pasado seguramente irrepetible.

Fue un concierto generoso de homenajes (a él mismo y al público), repaso a sus mejores piezas con Supertramp y pinceladas muy cuidadas de discos en solitario como Open the Door (2000) que no alteraron la pauta escogida por el inglés para la sala sinfónica en el segundo de los conciertos que daba el fin de semana en Canarias. En la práctica, fue como tener en frente la puesta en directo del mejor trabajo que ha parido Hodgson en los últimos años: el DVD Take the Long Way Home - Live in Montreal (2006). Eso sí, con los diálogos cambiados.

Como si fuera ayer, con menos canas y más voz (la suya no parece chirriar con los años) y desnudo de los artificios que proporciona una banda, Hodgson no necesitó más que un músico de acompañamiento, Aaron McDonald, capaz de emular a Rick Davies y John A. Helliwell, doblando al piano, saxo, flauta y armónica, para clavar el repertorio de homenaje a los buenos tiempos. Y al público, por supuesto, al que poco le faltaba para saltar espoleado de su butaca a cada acorde conocido.

Generoso, cercano a cada espectador, al que agradecía continuamente su devoción, participación y entrega (palmas colectivas, gente en pie y gritos de grada curva), empezó clavando al piano Take the Long Way Home para entre delirios de un aforo al completo entrar con Give a Little Bit. Ese riff de guitarra tardará semanas en salir de la cabeza.

A partir de ahí y durante dos horas hizo lo que todos aguardaban, casi como un ritual a la mejor memoria de Supertramp que Hodgson se encargaba de enhebrar con comentarios sobre lo contento que estaba por cantar de una vez en Canarias.

Hide in Your Shell, Keep the Pigeons Warm (tema nuevo, por cierto, muy en su estilo), Easy Does It (con silbos a coro), Sister Moonshine, The Logical Song ("una buena canción, ¡eh!" decía Hodgson tras la tremenda ovación), Along Came Mary, The More I Look, Child of Vision, Lord, is It Mine, The Meaning, Even in the Quietest Moments, Dreamer, e It´s Raining Again para volver a salir a escena con la impresionante lectura que hizo de School y nuevamente Give a Little Bit.

Poco más se le pudo pedir, salvo que tardara tantos años en venir a cantar por aquí.