Crónica de Christian Joricke para la publicación "Nachrichten Aus Trier" sobre el concierto ofrecido por Roger Hodgson en la ciudad alemana de Trier.

No debe haber muchos artistas que experimenten la misma adoración que Roger Hodgson el pasado domingo por la noche en el Arena de Trier. El respeto y la veneración hacia este cantante, quien debido a su discreto éxito como músico en solitario siempre ha sido conocido como “la voz legendaria de Supertramp”, casi alcanzan el nivel de devoción religiosa. Y, desde luego, a sus 60 años aún conserva una voz divina.

No es muy habitual que un artista aparezca en el escenario y todo el público se ponga en pie para brindarle una larga ovación. Pero es todavía menos habitual ver un escenario decorado con alfombras gastadas y plantas de exterior. Incluso la iluminación parecía improvisada y tan poco profesional como la de una fiesta de jóvenes en un gimnasio. Y esa decoración tan pobre y esa iluminación propia de un puesto de feria le dieron a un concierto de primer nivel un aspecto de espectáculo barato.

Acústicamente y musicalmente, los 1.300 asistentes disfrutaron de un concierto impresionante. Junto al excelente multi-instrumentista Aaron MacDonald (voz, saxofones, flauta, teclados, melódica, etc.), Roger Hodgson (voz, guitarra, teclados y piano) es capaz de crear un sonido similar al que produciría una banda de rock al completo. Y las canciones suenan con la misma perfección que en el disco.

La voz cálida y única de Hodgson se escucha fuerte y clara, alcanzando todas las notas. El inglés empezó su actuación de dos horas con “Take the long way home”, “Give a little bit” y “Lovers in the wind”, siendo respaldado en todo momento por su amable compañero, al que conoció en un concierto hace varios años.

Esta introducción representa perfectamente todo el repertorio del concierto, el cual incluye dos tercios de canciones famosas de Supertramp, la banda que Hodgson abandonó en 1983, y un tercio de temas procedentes de sus discos en solitario, que no han tenido tanto éxito.

Todos los que se perdieron la época dorada de Supertramp, que fue desde mediados de los 70 hasta principios de los 80, tal vez se familiarizasen con las letras de la banda de rock progresivo mientras estudiaban Inglés en el colegio. “The logical song” solía ser utilizada en los libros de estudio, igual que “Morning has broke” de Cat Stevens, el cual recuerda mucho a Hodgson tanto musical como vocalmente. Pero Stevens compuso mejores baladas.

No es casualidad que Supertramp alcanzase la fama con ese tipo de canciones de ambiente alegre y los típicos cambios de ritmo y “stacattos” de piano en temas como “Dreamer”, “It’s raining again” y “Breakfast in America”. Exceptuando “Along came Mary”, del último álbum en solitario de Hodgson, “Open the door”, que fue publicado hace 10 años, sus canciones tranquilas requieren más tiempo para ser asimiladas.

En algunas canciones la melodía queda en su segundo plano, pues parece que Hodgson está más interesado en contar una historia sobre las mismas, realzando el mensaje personal que lleva la letra de esas canciones. Desde la muerte de una persona cercana (“Puppet dance”) hasta la capacidad de perdonar (“The awakening”), pasando por la imaginación de un ambiente desconocido (“Breakfast in America”). Hodgson da una explicación sobre casi cada una de sus canciones, lo cual le hace parecer más humano y más simpático ante la audiencia.

Sin embargo, a los fans les da lo mismo lo que haga sobre el escenario. El músico recibe un aplauso por cualquier frase que pronuncie, y los que se sientan defraudados por las adulaciones mutuas entre Hodgson y MacDonald deben ser minoría entre el público. Sus impresionantes interpretaciones tapan los momentos más flojos del concierto, como los problemas técnicos que hay después del intermedio y tardan varios minutos en arreglarse. La audiencia canta y silba junto a Hodgson (como en “Easy does it”) y se pone de pie para aplaudir después de cada canción.

Con “It’s raining again”, de su último álbum con Supertramp, “Famous last words”, Hodgson dice adiós. Entonces el público abandona la sala y descubre que el músico ha acertado al interpretar su última canción, incluso aunque se refiriese a un estado anímico y no a la climatología. Desde luego, con esa canción en los oídos es mucho más fácil soportar la lluvia.