Crónica de Andrés Luengo sobre el concierto ofrecido por Roger Hodgson en la localidad andorrana de Escaldes-Engordany, publicada en el diario "El Periódic d'Andorra".

Es muy curioso el caso de Roger Hodgson: las generaciones nacidas antes de los 80 pueden tararear con notable corrección media docena larga de temas escritos y cantados por este hombre de cabellera larga, aspecto de santón y voz apagada (sólo en la rueda de prensa, porque resulta que en el escenario se transforma).

Sin embargo, pocos eran los seguidores ocasionales de Supertramp que antes del concierto de anoche en el Prat del Roure de Escaldes-Engordany eran capaces de decir el nombre del autor de “Breakfast in America”, “The logical song” e “It’s raining again”, y menos todavía los que le habrían reconocido por la calle.

De hecho, el incombustible Hodgson, que ahora tiene 59 años, consiguió obrar el milagro de vender más de sesenta millones de discos sin dejar de ser un personaje anónimo. La perfecta antítesis de Michael Jackson, por ejemplo. Y eso que anoche su voz sonó igual que sonaba hace treinta años.

Todo tiene una explicación, está claro: Hodgson desapareció de la circulación en 1983, en pleno éxito de Supertramp. Se compró un rancho en California y se recluyó allí con su mujer y sus hijos, como un Jeremiah Johnson del siglo XX. Durante los siguientes veinticinco años apenas dio señales de vida, y ahora vuelve a reivindicar el lugar que le corresponde en el firmamento musical.

Y hace bien, porque las canciones que desgranó ayer en Escaldes (no faltaron los clásicos de su era en Supertramp “Give a little bit”, “Dreamer”, “Take the long way home”, “Fool’s Overture” y “School”, ni los temas de su etapa en solitario “Lovers in the wind” y “Along came Mary”) conservan treinta años después de ser compuestas una extraña y lúcida actualidad. No han envejecido ni las melodías, ni los arreglos, ni siquiera las letras.

Continúan sorprendiendo, eso sí, los registros tan agudos de una voz que a veces recuerda ligeramente a la de Robin Gibb. Pero eso es culpa de Robin Gibb, no de Hodgson.

¿Tiene sentido seguir exprimiendo, cuatro décadas después, todas esas canciones que escribió cuando sólo era un adolescente? Lo cierto es que ha colgado el cartel de “no hay billetes” en casi todos los conciertos de su gira mundial, que comenzó en Latinoamérica en el mes de Febrero, y en el Prat del Roure fueron a verle más de seiscientos espectadores, antes del recuento definitivo en taquilla.

La verdad, no parece exagerado pagar 30 euros por hacer un viaje al pasado de casi dos horas. Y cuando se vuelve a la realidad, comprobar que está lloviendo otra vez y que todo se ha acabado.