Breve crónica del concierto ofrecido por Roger Hodgson en el Festival Viña del Mar 2009, publicado en el periódico chileno "La Nación".

Pese a que el mismo músico llamó la atención sobre lo tarde de su actuación, el público reconoció su correcto y adecuado show, perfecto para terminar la jornada.

Más tarde de lo que él mismo quizás tenía presupuestado, pues así lo señaló, el ex líder de Supertramp subió al escenario del Festival de Viña para lucirse con lo que mejor sabe hacer. Acompañado de su teclado, su guitarra y una justa dosis de músicos, Roger Hodgson partió su actuación con "Take the long way home", otorgando una clase magistral de talento, sobriedad, sensibilidad y tranquilidad, pensando en el carácter de espectáculo de rock.

Hodgson, quien para Soledad Onetto no tuvo otro calificativo que ser “la voz inconfundible”, ejecutó en una atmósfera que mezclaba el living de la casa (por las alfombras y las plantas, al parecer prestadas por alguna vecina) con una presentación más íntima, pero no por eso menos impecable.

El repertorio continuó con “Give a little bit” y otros clásicos de su antigua banda como “It’s raining again”, “Lovers in the wind”, “Breakfast in America” -canción con la que confesó reír cada vez que la interpretaba-, “The logical song”, “Dreamer” y otros temas pertenecientes a su carrera ya en solitario.

Vitoreado, aplaudido, pero sobre todo respetado y escuchado por el monstruo -como entendiendo todo lo que el artista decía- al término de cada tonada, a pesar de hacerlo siempre en su idioma natal, el ex Supertramp confesó haberse enamorado del espíritu chileno, luego de que la conductora matizara la entrega de cada reconocimiento -se llevó el ya clásico pack: dos antorchas y una gaviota, pero en este caso realmente merecidos- con un “another award”.

Roger Hodgson, quien prometió querer volver a presentarse en un nuestro país pero en un horario más vespertino, no sólo mostró una óptima selección de su repertorio, sino además regaló un show impecable y concluyó la noche más agradable, artísticamente hablando, de lo que va del certamen.

Cosa poco usual para el término de una jornada festivalera, que ya se está acostumbrando a terminar con bulladas e inquietas presentaciones, más inclinadas al baile y dignas de rematar -muchas veces- en alguna discoteque.