Hardy Prothmann asistió al concierto de la banda de Roger Hodgson en la localidad alemana de Mannheim y escribió la siguiente crónica para la web "Rheinneckarblog".

Roger Hodgson es una de las grandes estrellas de la música rock. Aunque se le conoce como ‘La voz de Supertramp’, es mucho más que eso. Compuso la mayoría de las canciones de la banda, y quienes las escuchan no las olvidan jamás. Esas canciones acompañan a la gente a lo largo de sus vidas.

Aquellos cuya adolescencia o juventud tuvo lugar entre 1970 y 1980 conocen a Supertramp y a Roger Hodgson. La edad de la mayoría de asistentes al concierto del pasado domingo rondaba los 50 años, y la música de Hodgson fue hace tiempo la banda sonora de sus fiestas, sus campamentos, sus primeros besos, sus vacaciones…

Lo más increíble es que también estuvieran presentes muchas personas de edades inferiores, demasiado jóvenes para conocer a Supertramp desde aquella época. Probablemente se hayan aficionado a la banda a través de sus padres, o de la radio, o de Internet. Ellos también querían escuchar ‘Dreamer’, ‘The logical song’, ‘Breakfast in America’, ‘School’ o ‘Take the long way home’.

Fue precisamente ‘Take the long way home’ la canción con la que arrancó la velada. Un buen comienzo, aunque la que hizo que el concierto empezara a coger ritmo fue ‘School’. El mejor compinche de Hodgson es Aaron MacDonald, que toca varios instrumentos de viento. MacDonald ama la música y se mete de lleno en cada canción.

Ambos son los nuevos ‘supervagabundos’. Su alegría a la hora de interpretar cualquier canción convence a cualquiera, incluso aunque el concierto en sí mismo se encuentre perfectamente estructurado. Hodgson es un gran profesional y los músicos que le acompañan se ganan el sueldo más que merecidamente.

El bajista Ian Stewart y el joven batería Bryan Head tienen mucha energía. La sección rítmica que componen demuestra que se puede tocar con fuerza y con intensidad sin hacer demasiado ruido. Saben combinar el lado áspero de sus instrumentos con el carácter melódico y suave de la música que interpretan.

Si no fuera por la presencia de Roger Hodgson, Aaron MacDonald sería la estrella del espectáculo. Ambos forman un equipo de ensueño. Se relevan a la hora de llevar el peso de cada canción y no sólo tocan maravillosamente, sino que también irradian una delicadeza y un carisma que conquista al público.

En mi opinión, el saxo soprano es el instrumento más potente de Aaron. Es el que más utiliza, pero también es muy brillante tocando la flauta o la armónica. Y Roger Hodgson no ha perdido un ápice de su voz aguda, y a sus 61 años sigue alcanzando todas esas notas increíblemente altas como si nada.

Tal vez mucha gente piense que es una pena que Hodgson dejase Supertramp y emprendiese una carrera en solitario, pero probablemente sea preferible así. Rick Davies ha formado un nuevo Supertramp que es muy diferente al de entonces, mientras que Hogdson sigue siendo el cantautor que era.

A menudo cuenta pequeñas anécdotas entre canción y canción, como cuando habla sobre cuál de sus canciones es su favorita. “Es igual que cuando tienes varios hijos, ¿puedes decidir cuál de ellos es tu favorito? ¡No!”, dice riendo. “Me gustan todas mis canciones tal como son, aunque sean tan diferentes unas de otras”. Hodgson tiene un gran sentido del humor y a sus fans no sólo les regala música, sino también risas.

Supertramp ha vendido más de sesenta millones de discos en todo el mundo y algunas de sus canciones siguen siendo muy populares. Hodgson ha llenado estadios, pero sobre el pequeño escenario del Baumhaim se le ve muy feliz y muy identificado con el público.

Es cierto que toca viejas canciones que conoce de memoria, pero no se lo toma como un ejercicio rutinario sino como algo que hace con cariño y entusiasmo. Y lo mismo ocurre con ‘Across the universe’, de John Lennon, la cual interpreta con mucha emoción y devoción, homenajeando al genio de Liverpool.

Habría sido maravilloso ver tocar a Hodgson y su banda al aire libre, en el escenario del lago, pero así pudimos vivir una experiencia mucho más íntima. El Baumhaim es un sitio estupendo en el que se dieron cita casi 1.000 espectadores. Eso son muchas personas, pero no tantas como para no poder llegar hasta todas ellas.