Crónica distribuida por la agencia "Europa Press" sobre el concierto de Roger Hodgson en la Sala Arena de Madrid durante su gira promocional de "Open the door".

Desde que Roger Hodgson dejó Supertramp en 1982 sólo ha firmado cuatro álbumes en solitario, pero únicamente el primero de ellos ("In the eye of the storm", 1984) tuvo cierta repercusión. Puede que sea por eso que Hodgson prefiere espaciar sus grabaciones y seguir viviendo de los jugosos derechos de autor que proporciona el haber formado parte de uno de los grupos fundamentales del pop de hace dos décadas.

El público piensa como él: preferirá siempre cualquier versión de Supertramp a tres o cuatro temas de "Open the door", el disco que, en teoría, Hodgson presenta en su actual gira y que supone su primera grabación en estudio en los últimos trece años.

Lo gracioso del asunto es que el público ni siquiera necesita que dichas versiones tengan cierto valor; es suficiente con que este hombre ponga su voz (plenamente reconocible) y una guitarra acústica para que quienes añoran los grandes éxitos de Supertramp pongan lo demás. Y esa situación se prolonga hasta lo anodino.

Desde el momento en que Hodgson hizo su aparición dejó las cosas claras. Lanzó la primera pildorita con "The meaning" (del álbum "Crisis? What crisis?", 1975) y aclaró al público que él pondría las canciones y que el respetable habría de poner las palmas.

A lo largo de dos horas, el respetable no sólo puso las palmas, sino que hizo los coros, aportó los contrapuntos, cantó las segundas voces y, en el colmo del éxtasis, reprodujo ¡de viva voz! el solo de piano de "School" ("Crime of the century", 1974), mientras Hodgson se contentaba con tocar su guitarra acústica y cantar la parte principal.

No fue, con todo, lo más asombroso de la noche, ya que el vocalista llegó a pedir a una persona del público que subiera al escenario a fin de que el invitado tocara el ‘wavedrum’ (una especie de batería simplificada hasta lo mínimo) en "Lone child".

Con estas, el concierto se convirtió en una fiesta colectiva en la que el público vibró hasta la médula, saltó, cantó como un poseso y hasta, en muchas ocasiones, derramó lágrimas. Al fin y al cabo, se representaba el poder de unas canciones que para muchos marcaron una época en su vida y, a la hora de escucharlas en boca de su creador, nadie exigía más que el estar presente.

Sabedor del hecho, Hodgson aporta su saber estar, su calidez como artista y un poder de comunicación que sólo puede obtenerse apareciendo en solitario y en salas de aforo reducido. Sabe que tiene lo que el público busca y se lo ofrece generosamente, de modo que casi ningún álbum bueno de su legendario grupo quedó sin recordar.

De "Crime of the century" sonaron "Hide in your shell" y "Dreamer"; de "Crisis? What crisis?" cayeron "Easy does it" y "Sister moonshine"; de "Even in the quietest moments" (1977) las inevitables "Give a little bit" y "Fool's overture"; de "Breakfast in America" (1979) hasta cuatro temas, incluido el archifamoso "Logical song"; y de "Famous last words" (1982) un par de ellas, de las que brilló "It's raining again".

Ante eso, la presencia de Carlos Núñez tocando la ocarina y las flautas en sendas canciones de la obra de Hodgson en solitario ("Along came Mary" del nuevo álbum y "Time waits for no one" de "Rites of passage", 1997) o el resto de las obras que el compositor presentó de su último disco ("Open the door", "Love is a thousand times", "Say goodbye"...) quedaron como mera anécdota.

La gente pagó una generosa entrada por ver a un grupo de versiones y el grupo lo tuvo que formar el público. Al fin y al cabo, no hay mejor trampa que la que uno acepta de buen grado tomándosela con humor. En este caso, el personal no sólo puso humor, sino que dio pasión por toneladas y quedó satisfecho hasta el siguiente ejercicio de nostalgia.