Abel Fuentes se desplazó a Nueva York en representación de THE LOGICAL WEB para asistir al concierto que el líder de Supertramp dio recientemente en la zona de Long Island con Ricky & The Rockets, su banda de ‘rhythm and blues’, y esta es la crónica del viaje y la actuación.
Poco podía imaginarme a principios de agosto, cuando me encontraba pasando unos días de vacaciones en la hermosa isla de Mallorca, que iba a conocer allí una noticia realmente grata: después de más de dos años sin actuar en público, el gran Rick Davies anunciaba un nuevo concierto para el 12 de octubre a modo de celebración de su 80º cumpleaños. Lógicamente, mi primer pensamiento fue fulminante: “¡Esta vez no me lo pierdo!”. Habían sido ya unas cuantas oportunidades desaprovechadas en los últimos años, desde que logró recuperarse casi por completo del mieloma múltiple que le obligó a cancelar la gira “Forever” de Supertramp en 2015, y me había prometido a mí mismo hacer todo lo posible por no dejar pasar la siguiente.
Sin embargo, la euforia inicial propia de un período estival y lúdico fue dando paso poco a poco a la cruda realidad: las circunstancias personales en la familia de mi santa esposa Pilar no han sido las mejores a lo largo de este 2024, así que, afrontando los hechos desde una perspectiva más fría, era evidente que ella no iba a acompañarme en semejante ‘locura’, y mucho menos en el día de su santo y el de su madre... Por si eso fuera poco, casi ningún miembro de la comunidad TLW pareció mostrar el más mínimo interés al respecto, y de hecho Bernat, que fue el único que hizo un amago proponiendo una posible expedición conjunta, también acabó confesándome que finalmente no iba a poder ser.
Y así estaban las cosas a finales de septiembre, con la posibilidad de volver a ver al señor Davies ya prácticamente descartada, cuando de repente pareció encenderse una pequeña luz para la esperanza. Mi amigo Paul, un fan de Oklahoma con el que estoy en contacto desde hace muchos años pero al que no conocía en persona, me animó a ir con él y se ofreció amablemente para buscarme un hotel asequible y echarme una mano en cualquier aspecto del viaje en el que pudiera necesitar de su colaboración. Aquello cambió el panorama por completo, y fue el empujón que necesitaba para ponerme a organizarlo todo en cuestión de días. Y mi mujer, tan comprensiva como siempre, en vez de quitarme la idea me invitó a seguir adelante, por lo cual le estaré eternamente agradecido.
Sabía que la excursión sería una auténtica paliza, recorriendo unos 12.500 km. entre ida y vuelta en apenas tres días y con el agravante del ‘jet lag’, pero ya no había marcha atrás… El viernes 11 salí de casa muy temprano y 18 horas más tarde, después de haber viajado consecutivamente en Metro de Madrid, American Airlines, Airtrain, Long Island Rail Road y Uber, llegué a mi hotel en Montauk, la población de Suffolk donde me alojaba con Paul, y caí rendido en la cama de mi habitación casi sin darme tiempo ni a ponerme el pijama. El día siguiente, como es lógico, fue muy distinto: aparte de un paseo matinal por la desierta playa de la zona y las obligadas citas para desayunar un ‘pancake’ y comer una ‘burger’ con Paul, me dediqué básicamente a descansar mientras esperaba que llegase la hora del concierto.
Salimos hacia “The Stephen Talkhouse” sobre las 18:30, pues el local abría las puertas a las 19:00 (una hora antes del comienzo de la actuación) y teníamos por delante un trayecto de unos veinte minutos en taxi hasta Amagansett, muy cerca de East Hampton. Al llegar allí vimos una larga cola de fans, lo cual tenía su explicación: las entradas no están numeradas y según vas llegando te colocas en el sitio libre que mejor te parezca, dependiendo de si tienes un pase VIP (sentado en las mesas próximas al escenario) o normal (de pie en el resto del local). Durante el breve intervalo que transcurrió hasta la apertura de las puertas pude comprobar, con cierto asombro, que había un gran número de asistentes procedentes de otros países: Austria, Dinamarca, Holanda, Italia, Chile…
Pero lo que más me sorprendió fueron las dimensiones extremadamente reducidas del recinto. Contemplando vídeos de conciertos anteriores ya me había percatado de que el lugar no era demasiado grande, pero jamás llegué a imaginármelo tan diminuto: se trata de un típico bar de copas con un escenario minúsculo que estaba completamente abarrotado con un aforo de apenas 200 personas… Y dicho todo esto, vamos a lo que nos ocupa, que es la crónica del concierto. Aunque, gracias al fantástico ‘playlist’ con la actuación completa que tuvo a bien compartir en YouTube mi amiga Karin, de Viena, poco voy a poder aportar que no se encuentre ahí.
El espectáculo dio comienzo con diez minutos de retraso, pero ya desde mucho antes pude localizar a Sue, la mujer y ‘manager’ de Rick, que no dejaba de dar vueltas de un lado a otro saludando a un montón de gente. En un espacio físico tan pequeño solo era cuestión de tiempo que llegase hasta donde yo me encontraba ubicado, y en cuanto sus ojos se cruzaron con los míos me dirigí a ella para presentarle mis respetos, a lo cual reaccionó muy efusivamente. Estuvimos hablando un par de minutos sobre mi interminable viaje y al despedirse me emplazó para reunirme con Rick durante la fiesta posterior al concierto, que iba a tener lugar en un restaurante próximo.
Para mí fue una sorpresa muy agradable comprobar que la actuación arrancaba con “You Started Laughing”, al igual que en las giras que hizo Supertramp en 1988 y 2010, pues en otros conciertos ofrecidos por Ricky & The Rockets en “The Stephen Talkhouse” nunca habían tocado esta canción, y la verdad es que sonó muy bien. A continuación, y mientras se escuchaban los acordes iniciales del primer ‘blues’ de la noche, Rick empezó a presentar a los músicos que le acompañaban, que eran los mismos de ocasiones anteriores: G.E. Smith (guitarra), Mike Reilly (bajo), Brad Beyer (teclados y armónica), Scott Kreitzer (saxofón), Bill Donnelly (batería) y Bosco Michne (guitarra).
Acto seguido fueron interpretadas otras dos canciones de Supertramp que hasta entonces eran inéditas en el ‘set-list’ habitual en directo de esta nueva encarnación de Ricky & The Rockets: “Still in Love”, del álbum “Brother Where You Bound” (1985), y “Forever”, de “Indelibly Stamped” (1971). En la última de ellas, que Rick tocó íntegramente sin quitarse las gafas tras leer algunas notas y presentó erróneamente como publicada en 1972, lo más destacable fue verle pedir palmas a un público que para entonces todavía estaba mucho más fascinado y expectante que metido en faena. Y así fueron cayendo poco a poco las siguientes piezas musicales, una tras otra, como quien va degustando un buen menú sin prisa pero sin pausa.
Cuando el ‘show’ llegó a su punto intermedio, y conociendo el tipo de repertorio usual, resultaba bastante extraño constatar que ya habían sonado siete canciones de Supertramp (además de las ya mencionadas, “From Now On”, “Downstream”, “Goldrush” y “Bloody Well Right”, todas de un tirón) frente a solo tres clásicos del ‘rhythm and blues’. Rick suele interpretar los temas de su cosecha en la parte central de la actuación, pero en esta ocasión no fue así y por unos instantes tuve la impresión de que podríamos estar ante una reivindicación de su propia música. No obstante, la balanza acabaría inclinándose del otro lado porque desde ahí hasta la conclusión del recital ya solo tocarían unas cuantas piezas compuestas por sus ‘bluesmen’ favoritos de los años 50.
Durante los lances finales del concierto, y aunque Rick mostró un control absoluto de la situación en todo momento, se fue haciendo cada vez más notorio que, pese a su entusiasmo y su inmejorable disposición, el cansancio se estaba apoderando de él. En las últimas canciones incluso hizo gestos evidentes de que le dolían las manos, y es que los años no pasan en balde, por mucho que seas una leyenda del ‘rock’. Si a eso le unes la grave enfermedad contra la que ha tenido que luchar desde 2015, parece casi un milagro que todavía nos pueda seguir brindando, aunque sea con cuentagotas, esta clase de veladas. Después de una hora y media de reloj, y con la audiencia ya totalmente entregada, la actuación concluía tras la interpretación de “Got My Mojo Workin’” como bis.
En resumen, una muy digna reaparición de Mr. Davies y un auténtico placer volver a verle nada menos que 12 años después de aquel concierto privado en el IFEMA de Madrid que a la postre resultaría ser el último de la historia de Supertramp. Había llegado el momento de partir hacia el lugar donde se iba a celebrar la fiesta subsiguiente, para reencontrarme frente a frente con este genio de la música y mantener una larga charla con él. Pero eso es otra historia...
No quiero terminar la crónica sin reiterar mi agradecimiento a mi amigo Paul, por ser el ‘catalizador’ de este periplo inolvidable, y a mi amigo Joseph Mark, en cuya compañía tuve el placer de presenciar el concierto intercambiando todo tipo de impresiones. Y por supuesto a Pilar, la mujer de mi vida, por su total ‘indulgencia’ respecto a esta pequeña ‘insensatez’ (una más) en mi currículum.
SET-LIST:
1. You Started Laughing
2. Backwoods
3. Still in Love
4. Forever
5. Nothing New It's the Same Old Thing
6. My Babe
7. From Now On
8. Downstream
9. Goldrush
10. Bloody Well Right
11. The Seventh Son
12. I'm Your Hoochie Coochie Man
13. I Just Wanna Make Love to You
14. She Caught the Katy
15. Eyesight to the Blind
16. Don't You Lie to Me
17. Got My Mojo Workin'
Rick, durante las pruebas de sonido previas al concierto. (foto: Brian Charles Connaghan)
Imagen de Rick a los teclados en plena actuación. (foto: Simone Spanu)
Instantánea de toda la banda, con Rick en primer término. (foto: Frank Milani)
Paul y Abel, en el restaurante donde comieron juntos.
Joseph Mark y Abel, poco antes del comienzo del concierto.