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Cuando está a punto de cumplirse el 43º aniversario de su incorporación a la banda, el veterano batería de Supertramp ha decidido obsequiar a sus fans con un pasaje de “The best seat in the house”, el libro autobiográfico que lleva varios años escribiendo, cuya traducción al español ofrece THE LOGICAL WEB en exclusiva.

El extracto versa sobre su última época en el grupo Bees Make Honey, justo antes de unirse a Supertramp. El texto original se encuentra disponible en la página oficial de Bob, desde donde además todos los fans le pueden trasladar sus opiniones y comentarios a través del Libro de Invitados.

Esta es la versión en español:


Yo siempre salía por ahí a ver qué bandas tocaban y dónde tocaban. Mi antena siempre estaba desplegada. Había un pub en Fulham Palace Road, el Greyhound. Era una especie de local de tres pisos con el escenario en la parte central, así que podías subir las escaleras y ver el concierto desde arriba. Una noche entré allí y estaba tocando una banda llamada Alan Bown. Ya he contado esta historia anteriormente, y es completamente cierta. Lo único de la banda que me llamó la atención fue el bajista flaco moviéndose muy bien por el escenario. Y también el saxofonista, cuyo saxo era negro. Yo nunca había visto antes algo así y se me quedó grabado en la memoria. El resto de la noche fue fácil de olvidar.

Me pareció estupendo regresar con los Bees y tocar en el Kensington. La época del pub rock estaba en su apogeo. Había surgido de un movimiento a favor de la música gratuita todas las noches en locales pequeños como pubs, en rebelión contra las enormes salas y las grandes sumas de dinero para ver tocar a alguien. Nosotros habíamos sido la punta de lanza junto a los Brinsley’s y, por supuesto, Eggs Over Easy, que parecían haber desaparecido. Un día dejaron de tocar y no se les volvió a ver. Duraron poco tiempo en Inglaterra, pero su impacto había sido muy importante.

El pub rock era lo que más llamaba la atención de la prensa musical, y estaban escribiendo muchas cosas sobre nosotros. Me resultó muy agradable ver la crónica de un concierto de los Bees en la sección ‘Caught in the Act’ del Melody Maker. Entre otros elogios para la banda, decía “los Bees han recuperado a su antiguo batería, y están tocando mejor que nunca”. A lo largo de los años, mi estilo ha sido descrito de muchas maneras diferentes, pero esa fue especialmente memorable para mí. Me describieron como “Bob Cee, el mejor batería del rodeo”. Me quedo con esa definición.

Estaban apareciendo montones de bandas: Kilburn & The High Roads, Ducks Deluxe, Dr. Feelgood… Había un panorama musical fantástico que iba a abonar el terreno para las siguientes generaciones.

Yo estaba muy ocupado tocando con los Bees y con otra banda que Richard había montado. A veces tocaba en un pub con los Bees y después recogía el equipo y me iba al Pheasantry, en Kings Road. Era un viejo edificio muy emblemático con una larga historia y allí se habían alojado algunos famosos. Eric Clapton había vivido en un piso de la última planta. Ahora era un club de varias plantas que tenía una barra en cada una de ellas. Nosotros tocábamos en la planta inferior, en un escenario cuyo techo era muy bajo. Eso solía ser un problema para nuestro bajista, que se llamaba Jeremy Havard y medía más de dos metros. Tenía que tocar medio sentado en un taburete de la barra. Nuestro líder era otro cantante escocés llamado Billy no sé qué. Estuvimos actuando allí una vez por semana durante varios meses, hasta que Billy se ahorcó por motivos que desconozco. No sería el único escocés que conocí y acabó ahorcándose.

Recuerdo haber estado muchas veces tirado sobre la acera con mi batería a las 4 y media de la madrugada esperando a que llegase un taxi. Era capaz de identificar el sonido de un taxi aproximándose a una milla de distancia. Literalmente. Por fin, cuando el taxi llegaba, me metía dentro, entraba en calor y volvía a Fulham.

Todo ese tiempo yo había estado tocando sin parar con gente que vivía por la música. No había nada especialmente llamativo en ninguna de esas bandas. Desde que aterricé en Inglaterra me había juntado con tipos serios (tal vez la excepción fuese Easy Virtue, pero qué puedo decir). Cada paso del camino había ayudado a reforzar mi confianza, lo cual para mí era una parte importante de la lucha. Siempre me alegraba oir a alguien que decía que le gustaba mi forma de tocar, o que pensaba que yo era bueno. Eso me levantaba el ánimo.

Una noche recibí un halago en el camerino del Marquee, después de ver tocar a Heads Hands & Feet. El gran guitarrista Albert Lee tocaba en esa banda. El bajista Chas Hodges y yo estábamos hablando, pero ni siquiera sabía si él me había visto tocar. Yo le admiraba por su trabajo con Head Hands & Feet y por muchas otras cosas. Le dije que me gustaba el batería que tenían y él me dijo “sí, pero tú eres mejor que él”. Debió ver la cara que se me quedó, porque a continuación dijo “te he visto tocar muchas veces con los Bees… eres mejor”. Yo me quedé sin palabras y balbuceé algo parecido a “gracias”.

En ese instante mi confianza ganó muchos enteros. Y eso te demuestra que nunca sabes quién te está escuchando tocar. Para mí era muy importante mantener la cabeza en su sitio y aprender. En cada ensayo, improvisación o concierto siempre toco lo mejor que puedo. Nunca hay que dar un paso atrás. No quiero que al líder o a cualquier otro miembro de la banda se le pueda pasar por la cabeza que no estoy tocando bien. Lo hago lo mejor que puedo en todo momento. ¿Quién sabe qué te vas a encontrar a la vuelta de la esquina? ¿Quién sabe quién está escuchándote? Es lo único que puedes hacer. Si se presenta la oportunidad, debes estar preparado. Todavía me encanta tocar.

Así que los Bees seguíamos adelante, pero estábamos un poco cansados. El líder era Barry, que era el único que tenía un trabajo fijo. Creo que trabajaba para Colgate. Recuerdo que un día me dijo “no te creerías cuánta gente busca trabajo”. ¿Cómo? ¿A qué se debía eso? Pero aquello afectaba a los Bees. Literalmente Barry trazó un círculo alrededor de Londres y no aceptaba ni un concierto fuera del mismo. Su filosofía era que quería que los Bees fuesen el mejor grupo telonero de Londres. Pero eso no era suficiente para mí, y también molestaba a los demás miembros del grupo. Recuerdo que un día íbamos en la furgoneta enredados en una discusión como esa y yo dije “hay que joderse… yo no quiero estar en los Bees cuando tenga 30 años”. Después me di cuenta de lo que acababa de decir. Todos los que iban conmigo en la fugoneta tenían 30 años o más. Tierra, trágame.

Una de las mayores antítesis en la historia del mundo del espectáculo tuvo a los Bees como protagonistas. Nos pidieron hacer de teloneros de T-Rex durante tres conciertos en Londres, uno en el Sundown de Brixton y dos en el Sundown de Edmonton. Fue toda una experiencia coincidir con Marc Bolan, era muy grande. Todos esos recintos estaban abarrotados, pero casi nadie tenía más de 14 años. El público estaba esperando con impaciencia a Marc Bolan mientras nosotros tocábamos canciones de Louis Jordan y música ‘country’, algo muy poco ‘glam’. Allí no pintábamos nada.

Otra noche un tipo negro y delgado se subió al escenario con nosotros en el Kensington. Cantó una o dos canciones y recibió una gran ovación. Después del concierto fui a hablar con él y se llamaba Phil Lynott. Era irlandés y estaba en una banda llamada Thin Lizzy. Entonces le reconocí por un anuncio que había visto en el Melody Maker. Era una pequeña foto suya de perfil, y bajo la misma sólo aparecía el nombre de Thin Lizzy.

Frankie Miller todavía nos acompañaba sobre el escenario cada vez que podía, lo cual ocurría bastante a menudo y era estupendo. Ya se acercaba el momento de salir de gira con él y empezamos a ensayar en los estudios Islands. Incluso también hicimos algunas grabaciones allí.

Como digo, los Bees estábamos empezando a estar disgustados con Barry, pues gracias a él seguíamos estancados. Personalmente yo habría querido viajar y ver si pasaba algo, pero Barry rechazaba todas las ofertas para tocar en el continente. Una noche, después de actuar en el Kensington, ya habíamos recogido el equipo y estábamos terminando nuestra cerveza número cien cuando Barry le dijo algo a Ruan, que inmediatamente le dio un puñetazo en la barbilla con su mano derecha mientras le sujetaba por la chaqueta con la izquierda para bajarle hasta el suelo y evitar que se hiciera daño al caer. Muy divertido. Todos dijimos “¡mierda!”, aunque también nos reímos. Barry se recuperó enseguida y dijo que estaba bien, así que nos dispusimos a robarle otra Guinnes a Matt. Pero esa era la situación en la que nos encontrábamos.

Teníamos que dar once  conciertos con Frankie Miller por Inglaterra, y el primero era en un pequeño instituto de Putney Hill. Llegamos allí para instalar nuestro equipo, pues en aquella época no hacíamos pruebas de sonido. La otra banda ya estaba allí y tenían casi todo montado. Estaban ensayando algo que tenía muy buena pinta.

El batería parecía bastante bueno y también había más gente rondando por allí. Empecé a desempaquetar mi equipo, saludé a todos y me puse a montarlo. Entonces llegó otro tío y se sentó a la batería, así que el que yo creía que era el batería en realidad no lo era. Se pusieron a tocar y la cosa sonaba bastante bien. Mientras yo seguía montando mi equipo les escuchaba hablar sobre la parte inicial de una canción nueva. Había una pequeña intro de piano eléctrico y después un golpe de batería en el momento justo, luego algunos compases de piano más y otros dos golpes de batería seguidos. Lo ensayaron varias veces, pero el batería no tocaba a su debido tiempo. Sin embargo, yo sí podía oírlo en mi cabeza.

Los Bees montamos nuestro equipo e hicimos de teloneros de esa otra banda de la que yo jamás había oído hablar… Supertramp. ¿A mí qué me importaba? No sabía quiénes eran. Yo estaba emocionado por nuestro primer concierto con Frankie. Nos subimos al escenario, tocamos nuestra parte y lo hicimos bien. Frankie estuvo genial y nosotros hicimos un gran acompañamiento. Era un cantante de ‘blues’ fenomenal y además se movía muy bien. Terminamos, quitamos nuestras cosas de en medio y nos fuimos al pub. Cuando la noche acabó, regresamos, recogimos el material y nos largamos de allí.

A lo largo de aquella semana los Bees dimos un par de conciertos y después teníamos otro con Frankie en un instituto al norte de Londres. Esta vez llegamos y no había nadie en el escenario, así que montamos el equipo, vimos que funcionaba y nos fuimos al pub. Estábamos bebiendo y jugando a los dardos cuando el pianista y el bajista de Supertramp se nos acercaron con una actitud muy amable. Se llamaban Rick y Dougie. “¿Queréis jugar a los dardos? Por supuesto”. Jugamos y estuvimos charlando con ellos hasta que llegó la hora de nuestra actuación. “Ya nos veremos, tenemos que irnos”.

Una vez más tocamos durante alrededor de una hora, quitamos nuestro equipo de en medio y volvimos al pub. Yo no tenía ni idea, pero durante nuestra actuación Roger y Dougie habían estado observándome desde detrás del telón. Al parecer Rick les había hablado de mí, y aquella era una buena oportunidad para verme tocar. Sin embargo, yo seguía sin saber nada sobre Supertramp. Esto refuerza mi teoría de que nunca sabes quién te está escuchando.

Dimos algunos conciertos más en otras partes, y casi siempre era la misma rutina. De hecho, no recuerdo nada de esos otros conciertos, hasta el de Birmingham la noche del domingo 11 de marzo de 1973, en un club llamado Barbarella’s. Hicimos nuestra actuación con Frankie, que como siempre quedó muy bien. Los Bees estábamos muy compenetrados porque llevábamos mucho tiempo tocando en la misma banda, y Frankie era un monstruo por sí solo. Todos juntos éramos realmente buenos.

Pero aquella noche fue diferente. Ruan y yo decidimos quedarnos un rato detrás del escenario para tomarnos una cerveza y ver un poco la actuación de Supertramp. Definitivamente eran diferentes. La banda la formaban Rick, Roger, Dougie, Kevin Currie a la batería y Dave Winthrop al saxo y la flauta. Reconocí al bajista como el tipo flaco que se movía tanto por el escenario aquella noche en el Greyhound. Pensé que el pianista era interesante, muy rítmico, y al tocar tenía ese curioso tic en la cara. Cantaba y tocaba muy bien. Pensé que el guitarrista era así así, pero tenía una voz interesante. Pensé que Winthrop era poco competente, y el batería no me entusiasmaba. Pensé que era un fanfarrón. Aún así, globalmente, me pareció una banda bastante buena. Tenían algunas grandes canciones. Ruan y yo nos marchamos al rato porque teníamos un duro camino de regreso a Londres. Coincidimos en que Supertramp era una buena banda, y a ambos nos gustaban las mismas cosas de ellos. Y eso fue todo. No volví a pensar en el tema.

El Kensington se había convertido en la zona cero del pub rock. El Hope & Anchor era otro sitio donde tocábamos a menudo. También dábamos algunos conciertos en el club 100. Seguíamos llevando gente a cualquier sitio donde actuásemos, y estábamos en la brecha.

Yo estaba aprendiendo mucho y conociendo todo tipo de música gracias a Barry y los demás. Pero sobre todo aprendí disciplina, la disciplina de la concentración. Sin una buena concentración estás perdido. Hay muchas distracciones sobre un escenario, pero tienes que permanecer centrado. Aprendí a recordar y a veces a desarrollar arreglos y hacerlos mejores. También a mantenerme tranquilo en situaciones críticas. Situaciones en las que a veces notaba que otro músico no lo estaba haciendo bien, y mi trabajo era echarle una mano. Mis oídos se abrieron y aprendí a encontrar el pulso de la canción, haciendo que latiese bien todo el tiempo. Y eso era lo que a la mayoría de la gente le gustaba sobre mi forma de tocar, esas buenas sensaciones. Hay muchos que tocan la batería mejor que yo, y también hay otros que están tan preocupados por tocar la batería que no escuchan. No tocan con la banda, y eso no es bueno. La batería tiene que viajar dentro de una canción. Tiene que llevarte del punto A al punto B con naturalidad, con sutileza y con facilidad. Pero eso no es fácil.

En los días de descanso Frankie y yo nos juntábamos en el Pheasantry. Había una barra muy acogedora en la primera planta y nos sentábamos allí para charlar. Frankie estaba componiendo un montón de canciones y hablaba sobre formar una nueva banda para intentarlo en plan serio con una formación estable. Su primer álbum, ‘Once in a Blue Moon’, marcaría el camino a seguir. Teníamos vagos planes de hacer algo juntos. Los vagos planes son la savia de los músicos, que siempre viven pensando en la posibilidad de hacer algo. Y el siguiente ‘algo’ podría ser el ‘algo’ con mayúsculas.

Frankie fue un buen amigo mío, y yo sentía un gran respeto por la motivación que él tenía. Siempre buscaba conseguir algo más, y a mí me gustaba esa forma de pensar. Pretendía hacer de la música su trabajo, no se conformaba con ir de un sitio a otro. Quería ponerse en marcha.

Bueno, yo también... Esa había sido la principal razón por la que me fui de Los Angeles. Quería ponerme en marcha. Aunque entonces no lo sabía, las cosas estaban a punto de cambiar.


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