Crónica de Darryl Sterdan sobre el concierto de Supertramp en Winnipeg, publicada en el diario canadiense "Winnipeg Sun".

“¿Roger Hodgson? ¿Qué Roger Hodgson?” Esta frase resume bastante bien la reacción de los 5.500 fans locales de Supertramp que se dieron cita este miércoles en el MTS Centre para escuchar los éxitos de sus héroes.

A pesar de la prolongada y notable ausencia del co-fundador Hodgson, que emprendió una carrera en solitario en 1983 y ahora parece estar reñido con sus antiguos compañeros, el público de mediana edad no tuvo ningún reparo en dar un paseo sin prisas por sus recuerdos con el cantante y teclista Rick Davies y la versión más reciente de este veterano grupo de rock progresivo.

Y eso fue precisamente lo más destacado de la actuación: hacerlo sin prisas. El concierto de 125 minutos de la banda de nueve músicos fue uno de los más apacibles y con mejor gusto que se han visto en esta ciudad últimamente. Próximo en el tiempo a otros recientes espectáculos de presupuesto gigantesco como los de U2 y Kid Rock, este fue un regreso a los conciertos de antaño.

No había escenarios enormes con forma de garra, ni rayos láser, ni chicas bailando. Sólo una banda de primer nivel interpretando grandes versiones de algunos clásicos y viejos éxitos de la radio con unos arreglos impecables. Las únicas concesiones a la producción de los conciertos de hoy en día fueron la gran cantidad de vatios utilizada para la iluminación y un trío de pantallas de vídeo.

Tampoco hubo algo de lo que Supertramp no suele preocuparse: una banda telonera. Los músicos subieron al escenario a las ocho y cuarto (algunos de los presentes teníamos que trabajar al día siguiente), y se pusieron directamente manos a la obra con un puñado de canciones claramente destinadas a satisfacer a sus fans incondicionales.

Entre esas canciones iniciales se encontraban la calmada ‘You started laughing’ (una antigua cara B), ‘Gone Hollywood’ (del álbum ‘Breakfast in America’), ‘Put on your old brown shoes’ (del disco de 1982 ‘Famous last words’) y el tema de tintes blues ‘Ain’t nobody but me’ (de ‘Crisis? What crisis?’, 1975). Como era de esperar, en todas ellas el barbudo Davies se ocupó de la voz principal, alternándose entre el piano y el Wurlitzer eléctrico que es parte del sonido característico del grupo.

Evidentemente, no empezaron el concierto con su material más conocido, pero después de los típicos saludos del saxofonista y maestro de ceremonias John Helliwell (“Llevamos mucho tiempo viniendo aquí, vuestras madres y vuestros padres os lo pueden decir”, afirmó sin parecer darse cuenta de que esas madres y esos padres componían la mayor parte de la audiencia), las cosas empezaron a animarse poco a poco con la canción ‘Breakfast in America’.

Esa fue la primera de las varias canciones de Hodgson en el repertorio, y también la primera de las varias veces en las que su voz aguda e inconfundible fue duplicada de una forma creíble por Gabe Dixon o Jesse Siebenberg (hijo del batería Bob Siebenberg). ¿Se trataba de un karaoke de Supertramp? Posiblemente, pero en caso afirmativo al menos fue hecho con buen gusto.

Y también fue hecho con buen gusto todo lo demás, cuando le llegó su momento. ‘Cannonball’ tuvo un ligero toque ‘funky’, ‘Poor booy’ proporcionó un magnífico trabajo a la trompeta de Lee Thornburg, que fue uno de los MVP de la noche, y ‘From now on’ puso a todo el mundo de pie y balanceándose.

Davies alargó considerablemente ‘Another man’s woman’, haciendo alarde de una gran interpretación con su impresionante solo de piano. La balada ‘Downstream’ tuvo un toque a lo Randy Newman, y en general todas las canciones, todas las notas, todas las letras y todos los instrumentos (desde los acordes de guitarra de Carl Verheyen hasta los ritmos de Bob Siebenberg) fueron ejecutados de una forma impecable, precisa y experta.

Este fue uno de los pocos conciertos a los que he asistido en los que se podía escuchar a la gente sobre el escenario chasquear los dedos. Hay que reconocer que no fue el típico espectáculo de rock, pero es que no se trataba de gente queriendo hacer el mayor ruido posible, sino de músicos adultos tocando música adulta para espectadores adultos. Y, teniendo eso en cuenta, su éxito fue rotundo.

A pesar de lo educado y relajado que fue el concierto, no tuvo nada de apático. Después de otros cuantos temas oscuros, la banda puso una marcha más con grandes éxitos como la pausada ‘Bloody well right’ (que acabó con los músicos haciendo un ‘fade out’ mientras Helliwell interpretaba un solo de saxofón), la agitada ‘The logical song’ y la sonora ‘Goodbye stranger’, que cerró la parte principal de la actuación.

A continuación, la siniestra ‘School’, la brillante ‘Dreamer’ y la inevitable canción de despedida ‘Crime of the century’ remataron la noche y dejaron a todos los asitentes satisfechos mientras emprendían el camino a casa.

Lo sentimos, Roger.