Andrés Portero, del diario vasco "Deia", firmó la siguiente crónica del concierto ofrecido por Supertramp en la localidad vizcaína de Barakaldo.

Los autores de "Breakfast in America" no sabemos si desayunaron en Barakaldo. Pero que cenaron, seguro. Y de buen rollo tras la respuesta del público vasco. Seguro, también.

Antes, durante dos horas, hicieron reverdecer viejos recuerdos y tonadas juveniles a unos 5.000 seguidores veteranos de la música de Supertramp, con su concierto de ayer en el BEC, que se caracterizó por la profesionalidad del grupo y un sonido prístino.

Pocos echaron en falta al "desaparecido" Roger Hodgson ante el despliegue de éxitos, con “The logical song”, “School” y “Crime of the Century” a la cabeza, que bombardeó el Bizkaia Arena, con un Rick Davies de jefe absoluto, aunque alejado de los focos.

Supertramp siempre fue una banda bicéfala. Y tanto sus líderes como sus seguidores andan a la disputa desde hace tiempo. Que si Davies es el líder absoluto... que sin Hodgson, voz en la mayor parte de sus éxitos y que abandonó el grupo en 1983, ya no es lo mismo...

Anoche, en BEC, no hubo disparidad de criterios. Los fans, veteranos y conocedores de las tonadas millonarias de un grupo que dio la espalda al rock sinfónico para asaltar las listas de éxito en el tránsito de los 70 a los 80, sabían que estos Supertramp son los únicos que, hoy en día, y, probablemente por última vez, les van a recordar aquellos momentos felices de juventud.

Y disfrutaron desde el principio de esta gira dinosáurica que celebra los 40 años de su debut. Desde que la banda, ahora un noneto, saltara al escenario y sonó la suave melodía de “You started laughing”. Davies cantó "cuando estás en el cielo, ¿qué vas a hacer?". Fácil: disfrutar.

El BEC se transmutó en el séptimo cielo para unos fans que aplaudieron inmediatamente “Gone Hollywood” mientras desde el escenario, amplio aunque modesto en parafernalia, se ofrecía un sonido limpio. Profesional e impoluto. Como el propio grupo. Dejemos en esta ocasión lo de la emoción aparte, que salió a pasear en las canciones más desconocidas y jazz, como “Poor boy”.

Rick Davies (66 tacos) estuvo bien de voz, alternando piano acústico y eléctrico y, ocasionalmente, tirando de armónica. Pero es un líder atípico, que se mostró cómodo en segundo plano, en un costado del escenario.

El centro fue cosa del simpático y magnífico saxofonista y clarinetista John Helliwell, maestro de ceremonias (lo mismo alabó el bacalao y el txakoli que presentó a la banda que anunció que al final la gente se podría llevar grabado el concierto en un pen drive) de una banda que se ha reforzado con sangre joven y a la que resulta difícil pillar en un renuncio instrumental.

Cuando Davies se alejó de los focos, el teclista Gabe Dixon o Jessie Siebenberg, hijo del batería, tomaron el micro, para interpretar las canciones del "ausente". Y no lo hicieron mal cuando se atrevieron con “Breakfast in America”, “Give a little bit” o “Take the long way home”.

Sí, porque Davies no se cortó un pelo y "tiró" del repertorio de su ex colega sin sonrojo alguno, intercalando las canciones que interpretaba Hodgson con las suyas hasta completar un repertorio conocido hasta para los fans de Sex Pistols o La Polla Records.

El "baile" siguió con “Bloody well right” (una de las más eléctricas del lote) o “Goodbye stranger”, sin demasiados aspavientos sobre el escenario, magníficamente iluminado y el apoyo de imágenes del grupo, algunas tomadas con cámaras subjetivas colocadas en el piano o delante de la batería, además de proyecciones de vídeos y portadas de discos.

La de “Crisis, what crisis?” la escenificó un figurante en escena, con bañador y periódico incluidos. Gustó todo mucho. Especialmente, el arreón bis con “School”, “Dreamer”, con unos arreglos diferentes a la original, y “Crime of the Century”. Y es que sonaron casi todas. Y si Davies falta la próxima vez... nos atrevemos a adelantar que dará igual. Seguro.