Crónica de Jesús Sánchez sobre el concierto ofrecido por Supertramp en Granada durante su gira "One more for the road", publicada en el diario andaluz "El Ideal".

Dos horas antes de la establecida, los aledaños del Palacio de los Deportes (especialmente los bares de la zona), asistían al goteo incesante de asistentes. Como no tenía nada mejor que hacer, decidí acercarme temprano a la zona, asegurarme un buen aparcamiento y así poder chequear un poco el ambiente.

Muchas parejitas maduras y familias enteras (entablé especial amistad con una oronda familia de Jaén), un par de cientos de neo-hippies y otros tantos no tan neo-hippies. Pijos de otras épocas, despistados consumidores del top-manta, incluso unas cuantas pandillas de bakalas, asistencia más heterogénea que la previsión inicial estereotipada en este tipo de conciertos.

A partir de las 21 horas, colas ordenadas a la entrada del Palacio. A las 21:15 se abren las puertas. El ambigú a tope, litros de cerveza y cubalibre setentero de un lado para otro. Como era de esperar, se llenan las gradas antes que el foso, aunque pronto abajo se empieza a estar apretado. No me lo puedo creer, pero el tirón de esta banda es impresionante. El Palacio a reventar a la hora de comienzo prevista. Unas 9.000 personas.

A las 10 empezamos a impacientarnos. Las luces no se apagan, el telón no se abre. La gente comienza a acudir a las palmas, pero tenemos que esperar 45 minutos más. Más tarde John Helliwell explica en directo que han tenido problemas de suministro eléctrico. Pequeña prueba de sonido minutos antes del concierto. Por fin se apagan las luces.

La armónica de "School", como es tradición desde hace décadas, abre el concierto. Sin duda, de los tres o cuatro mejores temas de la banda. Sin Roger Hogdson, es Mark Hart el que se hace cargo de la parte vocal que aquel desempeñara antaño, con un resultado muy fiel al original.

A la izquierda del escenario, Rick "cara de vinagre" Davies dispone de los teclados clásicos de la banda y piano de cola. En el centro, Helliwell asumiendo su rol de simpático animador de la velada, frontman setentón con look de gentleman, copa de Rioja en mano.

Comienzan a caer los temas del nuevo album, como "Slow motion" y "Over you". Para muchos, la esencia de Supertramp reside en el carácter de Rick Davies. Para mí, no. Yo siempre he sido de la facción Hogdson, y su ausencia a nivel compositivo me lleva a pensar que tal vez esta banda no merezca llamarse Supertramp. En todo caso, es una discusión aplazable.

La primera mitad de concierto fue demasiado light . Intentar colar a Supertramp en la nómina del rock sinfónico me produce risa, para mí siempre estuvieron más cerca de la E.L.O. que de Genesis (excepto en su primer disco, el de la rosa, infravalorado como pocos), tal vez su barroquismo en álbumes como "Crime of the century" llegase a producir ese efecto, pero hoy en dia Supertramp están más cerca de Kenny G o de Sade.

Hacen  pop elegantón, jazzero, de largo recorrido...y eso a su público le sigue gustando. De todas formas, temas como "Sooner o later" (buena aportación de Mark Hart) o "Free as a bird" son obras de calidad que respeto, pero yo estaba esperando la aparición de los verdaderos clásicos de la banda, así que me pegué un trago mientras hacían "Bloody well right" y me busqué asiento.

No tardaría en llegar lo bueno, pasada la hora de show: "Give a little bit" comienza a despertar a la gente, y los primeros acordes al piano de "From now on" levantan la ovación. Esto ya si se va pareciendo al directo de París..."Take the long way home" consigue que los de las primeras filas muevan (algo, sin pasarse) el esqueleto y por fin esa maravilla llamada "The logical song" pone las cosas en su sitio.

Sobra decir que la ejecución de todos los temas raya la perfección, que el sonido es impecable (excepto en las gradas altas, donde las dichosas esquinas del Palacio producen efecto eco), que la iluminación (sin llegar a ser deslumbrante) cumple bien en cada momento su función: azul en los momentos íntimos, los soplos de Helliwell, más viva en los temas movidos.

La banda (es decir, los tres supertramps clásicos y las nuevas adquisiciones en el mercado de virtuosos multiinstrumentistas) ejecuta a la perfección, en ese sentido ni un reproche.

Con "Goodbye stranger" cierran el set regular, saludan y desaparecen. En cinco minutos tenemos de nuevo a Davies a los teclados interpretando "Broken hearted", encadenando con "Rudy" y la inevitable "Crime of the century". En definitiva, el broche habitual, aunque me quedo con ganas de oir temas como "Breakfast in America" o "Ain´t nobody but me".

La gente se ha divertido, estos cuarentones de beben hasta el agua de los floreros. No hubo aroma a maría, cosa extraña, pero el cambio de milenio y la adultez parecen haber hecho estragos en más de uno. La gente sale ordenadamente y con cara de haber visto a una excelente banda.

Supertramp fueron una gran banda de pop-rock, y su repertorio de clásicos es indiscutible. El nuevo disco mantendrá a sus seguidores algo apegados a una vida que hace decadas dejaron atrás, y me parece bien. Nunca deberíamos perder la pasión por la música, y a buen seguro, si al público le das una buena razón, responderá.

No deja de sorprenderme que en pleno siglo XXI Supertramp abarroten pabellones, pero más me sorprende que el recinto de al lado con el doble de capacidad vaya a llenarse para ver un karaoke dentro de poco. Al menos los ingleses tienen un bagaje y saber hacer a prueba de bombas, incluso los guiños de Helliwell tocando unas gotas de "Granada" (el público lo agradeció) manifiestan una indudable coherencia.

Definitivamente, calidad y clase milimétricamente estudiadas.