Mike Ross, del "Edmonton Express", estuvo presente en el concierto que ofreció Supertramp en la localidad canadiense de Edmonton durante su gira de regreso en 1997.

Fieles a su éxito de 1979, Supertramp es un grupo al que le gusta tomar el largo camino a casa. El concierto de anoche en el Coliseo había sido anunciado como "una noche con Supertramp", y fue una noche bien larga. A lo largo de más de dos horas y sin teloneros (¿qué grupo hace esto?), el espectáculo exhibió una costosa auto-indulgencia, una fina musicalidad y la razón por la que la banda empezó a ser famosa: las canciones.

Pero ya no hacen canciones como las de antes. Esta banda es un auténtico dinosaurio de otra era, cuando los pinchadiscos no hacían música, cuando las canciones eran temas y ningún tema se daba por finalizado con menos partes que la novia de Frankenstein. A diferencia de otras llamadas "bandas del rock artístico", Supertramp fue capaz de unir todas las piezas para satisfacción de una audiencia de masas.

Así pues, ¿qué más da si sólo quedan tres miembros originales del grupo? Con el teclista Rick Davies, el saxofonista y maestro de ceremonias John Helliwell y el batería Bob Siebenberg, el espíritu de Supertramp sigue intacto.

Musicalmente, el grupo estuvo magistral. Pero, aparte de llevar un montaje de luces bastante sencillo, no hubo un arranque brillante en la puesta en escena de la veterana banda. Lo primero que escuchó una multitud de seis mil quinientas personas con una edad media de 40 años no fue “Bloody well right”, “Fool's overture” ni “Take the long way home” ("los clásicos", como los llama Davies). No, fue un solo de bajo que sonaba a jazz.

Lo que siguió fue un ejercicio de adivinación. Aprovechándose de un público cautivado y sudoroso, el grupo comenzó con canciones de su nuevo álbum, “Some things never change”. Hubo algunos momentos brillantes, como una interesante versión de “Listen to me please”.

Pero las canciones nuevas no pasarán a la historia. Apenas son vagas imitaciones del pasado. Si el grupo las hubiera publicado en los años 70, ayer habrían tocado en la sala Westin para el programa “Jazz City” en vez de en el Coliseo. Del material nuevo, únicamente “You win I lose”, el último single, recibió muestras de aprobación. Una demostración más, si hacía falta, de la lealtad del público.

Los clásicos llegaron más tarde. Pasó casi una hora antes de que sonara el primero, que además era un clásico menor. El grupo parecía divertirse tomando el pelo a la audiencia. Una versión de “Rudy”, una de las canciones menos conocidas del innovador álbum “Crime of the century”, parecía ser simplemente un anticipo de los temas más famosos que estaban por llegar. En cualquier caso, el público lo celebró. No hace falta decir que era sólo el preludio de “Take the long way home” y otros clásicos.

El Supertramp de los 90 es una banda más blues que antes, lo cual significa que las canciones pueden ser todavía más largas. Al reunir esta tercera versión del grupo, Davies no ha hecho recortes. Mark Hart, antiguo teclista de Crowded House, aportó algunas partes vocales agradables. El trompetista Lee Thornberg, famoso por Tower Of Power, estuvo brillante a la trompeta, la voz y el piano. Y el batería Siebengerg estuvo sólido, acompañado por su hijo Jesse a la percusión y el bajista Cliff Hugo, de la banda de Ray Charles.

Recordando que hacía una temperatura de varias decenas de grados de diferencia respecto a la última vez que el grupo había tocado en Edmonton (Febrero de 1988), Helliwell dijo que "cada visita a Edmonton queda grabada en mi mente... bueno, en lo que queda de ella". Después nos llamó "la ciudad más acogedora de Canadá... tal vez la ciudad más acogedora de Norte América", y el público rugió con la frase.

Supongo que no hay nada como ir sobre seguro cuando se trata de Supertramp...