Joe Belanger, columnista de la publicación canadiense "London Free Press", rememora un concierto de Supertramp en 1979 con motivo de la visita del grupo a London durante su gira 2011.

Fue la época de mi despertar, los años en los que mi infancia, mi adolescencia, mi educación y mi inminente primer matrimonio se unieron para poner las bases de la persona en que me iba a convertir.

Y Supertramp fue una gran parte de esas bases, no porque yo idolatrase o ni siquiera imitase a los músicos de rock, sino porque se trataba de una banda de rock con música descrita por sus propios miembros y por los críticos como “sofisticada”. Sus letras significaban algo, nos hacían pensar y mirar con ojo crítico a la sociedad y a nosotros mismos, y estaban acompañadas por una música y una musicalidad que ofrecían una idéntica sofisticación.

Así que cuando me enteré de que Supertramp actuará en el John Labatt Centre de London el próximo 11 de Junio, casi 32 años después de su último concierto en la ciudad, el 16 de Julio de 1979 en el J.W. Little Stadium de la Universidad de Ontario, mi cabeza se inundó de recuerdos, no sólo de aquel concierto sino también de mis primeros años de vida.

Y no me importa que la dulce y pura voz de Roger Hodgson no vaya a estar presente en el concierto de este sábado, aunque eso seguramente haría que la actuación fuese casi perfecta. La mayoría de los miembros originales de la banda estarán allí, incluyendo al que una vez fue colaborador de Hodgson y actual líder del grupo, Rick Davies, a los teclados, John Helliwell al saxofón y clarinete, y Bob Siebenberg a la batería,

También estarán presentes el hijo de Bob, Jesse Siebenberg (voz y guitarra), Cliff Hugo (bajo; el bajista original Dougie Thomson hace tiempo que se marchó), Carl Verheyen (guitarra), Lee Thornburg (trompeta), Gabe Dixon (teclados, percusión y voz) y Cassie Miller (voces de acompañamiento).

La razón por la que no me importa demasiado quiénes sean actualmente los miembros del grupo es porque el legado musical de Supertramp caló muy hondo en toda una generación y sigue siendo relevante hoy en día.

Cuando hablo de “despertar” me refiero a la eliminación de todas esas cosas que llegan hasta nosotros a toda velocidad durante nuestros años de juventud, pero son incapaces de penetrar ese muro de narcisismo, timidez, dudas, incertidumbre, cinismo, ganas de “encajar” e idealismo.

Me encontraba en ese momento de la vida en que un montón de cosas empiezan a tener sentido y la cruda realidad está ahí delante pero te hace más cosquillas que daño, cuando Supertramp publicó su primer gran álbum, ‘Crime of the century’, que incluía los famosos temas ‘Dreamer’ y ‘Bloody well right’.

Corría el año 1974 y yo acababa de salir del instituto. Durante los siguientes años, estuve buscándome un futuro, encontrando un trabajo en una fábrica de acero de Hamilton (en la que muchos de mis amigos trabajaban y, tal vez, sigan trabajando), después en una planta de fabricación de acero y más tarde como conductor de un camión, primero como repartidor de Coca-Cola y luego como distribuidor de helados.

Aquel álbum fue seguido en 1975 por ‘Crisis? What crisis?’, en el que destacaba la canción ‘Another man’s woman’, y en 1977 por ‘Even in the quietest moments’, que contenía piezas memorables como ‘Give a little bit’, ‘Babaji’, ‘From now on’ y ‘Fool’s overture’.

Después, en 1979, cuando me encontraba acabando mi carrera universitaria, apareció ‘Breakfast in America’ con ‘The logical song’, ‘Take the long way home’ y ‘Goodbye stranger’. Aquel disco estableció claramente a Supertramp como un supergrupo capaz de vender más de 20 millones de copias en todo el mundo.

Mientras vivía mis últimos días como estudiante de Políticas en la universidad, tuve la fortuna de que me ofrecieran la posibilidad de trabajar en los servicios de limpieza para aquel concierto del 16 de Julio de 1979 en el J.W. Little Stadium.

Aquello fue un verdadero golpe de suerte. Hacía mucho tiempo que no quedaban entradas para el concierto y, en cualquier caso, yo estaba en la ruina y no podía permitirme gastar 12,50 dólares en una entrada. De repente no sólo ya no necesitaba entrada, sino que además me pagarían por recoger la basura antes de concierto y después sentarme en alguna parte para disfrutar de la música.

No recuerdo el orden en que interpretaron las canciones, pero sí que tocaron todos sus éxitos y muchas más. También recuerdo que hacía mucho calor antes del concierto, y que éste comenzó con un espectacular despliegue de luces y el mejor sonido que he escuchado jamás en directo, nítido y perfecto. Aunque, al parecer, tan alto que también se oía en el consejo que estaba teniendo lugar en el ayuntamiento de la ciudad, originando las consiguientes quejas de políticos y vecinos.

Recuerdo que apenas hubo problemas entre la multitud de más de 15.000 personas allí congregada. No hubo peleas ni gamberrismo, y fueron muy pocos los casos de alcoholemia. Sólo hubo algunas cargas policiales fuera del estadio para evitar que se colaran cientos de fans sin entrada que estaban intentando saltar una valla que daba acceso al recinto.

También recuerdo el dulce y picante aroma de la marihuana y el hachís (no sé quiénes erais, pero os doy las gracias). Y recuerdo pensar que apenas un mes después estaría casado, habría terminado la universidad, estaría buscando trabajo y daría comienzo la siguiente fase de mi vida.

Recuerdo que pensé que tal vez aquella fuera la última vez, el último concierto que podía disfrutar con total libertad sin preocuparme sobre el mañana. Y recuerdo pensar “aquí estoy yo, escuchando a una de las mejores bandas del planeta, ¿y voy a preocuparme por la vida?”.

Ahora llegan el 2011 y Supertramp. Me he divorciado dos veces, tengo dos hijos mayores, dos hijastros mayores y tres nietos, y hace mucho tiempo que abandoné mi sueño de convertirme en un músico o actor famoso.

Este sábado no estaré allí. Estaré en un escenario diferente, bastante más pequeño, actuando en una obra de teatro representada por un grupo de aficionados. Pero mi corazón estará en el John Labatt Centre. Y sí, estaré soñando.