Extenso artículo de Roman Kozak, publicado en la prestigiosa revista musical norteamericana ‘Billboard’ en plena gira del álbum ‘Breakfast in America’.



Son casi las 15:00 h. cuando los cinco miembros de Supertramp y su séquito llegan al Hotel Hyatt House de Pittsburgh, que se encuentra justo cruzando la calle desde el Civic Arena, con capacidad para 13.000 espectadores, donde el grupo tiene que actuar esa misma noche.

El equipo técnico ya se encuentra allí, preparando el escenario en aquella sala con aspecto de caverna y en la que la noche anterior se ha celebrado el festival Jesus’ 79, intentando convertir el recinto en algo más adecuado para un espectáculo de rock artístico.

Mientras la banda efectúa su llegada a Pittsburgh, su álbum ‘Breakfast in America’ se mantiene en el número 1 de las listas por cuarta semana consecutiva, pero esta ciudad industrial de 600.000 habitantes no les ha recibido como héroes. Es más, ni siquiera les ha recibido.

El concierto de Pittsburgh es el primero de la última parte de una gira de 60 actuaciones que finalizará con tres noches consecutivas en el Alpine Valley Resort, cerca de Milwaukee. Después de ello, la banda hará una gira por Canadá y luego viajará a Europa. No ha sido sólo en los Estados Unidos donde la mezcla de rock melódico y sofisticado de Supertramp ha encandilado al público. También están triunfando en Gran Bretaña, Alemania, Holanda, Escandinavia, Australia y Nueva Zelanda.

Hasta la fecha del concierto en Pittsburgh, el equipo de representantes del grupo estima que se están vendiendo más de 100.000 copias del disco cada día, sólo en los Estados Unidos. Pero es difícil creer eso a la entrada del Hotel Hyatt House. Exceptuando sus ropas vaqueras y sus largas melenas, los miembros de Supertramp tienen un aspecto igual de prosaico que los hombres de negocios del Instituto Petrolífero de Pensilvania, los cuales se alojan en el mismo hotel. Nadie les ha reconocido.

Supertramp actuó en Indianápolis la noche anterior, y todos los miembros del grupo han volado hasta Pittsburgh esa misma mañana, lo cual constituye un ligero cambio dentro de la rutina, ya que siempre que pueden los miembros del grupo viajan de un concierto a otro en coches de alquiler. A diferencia de la mayoría de los grupos de rock que pueden permitírselo (y otros muchos que no), Supertramp nunca viaja en limusina. El desplazamiento entre el aeropuerto y el hotel lo realizan en taxi.

Y también a diferencia de la mayoría de los grupos de rock, los dos miembros principales de la banda viajan junto a sus esposas. Sue Davies, la americana que está casada con el compositor, vocalista y teclista Rick Davies, es la responsable del ‘merchandising’ de la gira, mientras que Roger Hodgson, el otro compositor del grupo además de vocalista, guitarrista y teclista, suele viajar en autocaravana junto a su mujer Karuna y su hija Heidi, que nació en el vehículo familiar justo antes de que la banda actuase en San Diego el 11 de Abril.

Con su barba poco poblada, su camisa india y sus sandalias, Hodgson es el miembro más cariñoso y accesible del grupo, a la vez que da la impresión de ser el más delicado y etéreo. Dice que asistir al parto de su hija e inmediatamente después presentarse ante el público fue una de las experiencias más inolvidables de toda su vida.

“La banda se comporta tal y como es: gente sencilla, sin aires de grandeza, sin estrellas, sin limusinas. Llevan mucho tiempo saliendo de gira y han visto demasiadas locuras por ahí. Esa es su forma de mantener la cordura y la normalidad mientras hacen estos viajes tan largos”, explica Charly Prevost, el directivo rubio y tranquilo de Mismanagement Inc., la compañía que representa a Supertramp, que es el encargado de ocuparse de todas las necesidades del grupo mientras están de gira.

En total son cinco trailers repletos de material y treinta y tres personas (“once habitaciones dobles y once individuales”, según cuenta Prevost) los que acompañan a Supertramp de ciudad en ciudad. Bob Roper es el director de la gira; Russel Pope, que aparece en los créditos de los discos, se encarga del sonido; y Spy Matthews es el director de producción.

Mark Felton, a quien le vemos pagar unos gastos de Roger Hodgson por valor de 100 dólares en la recepción del hotel y pide un recibo firmado, es quien se encarga de las finanzas de Supertramp. El representante de la banda, Dave Margereson, permanece en Los Angeles, donde el grupo inglés se encuentra instalado actualmente. La mayoría de la gente que forma parte de la gira lleva trabajando junta al menos durante los tres últimos años, y todos se conocen muy bien.

Una gira gigantesca de este tipo, con sus horas eternas, sus viajes sin fin, sus prisas, sus tiempos de espera y su falta de sueño, debería generar numerosos problemas de ego en un grupo de personas que están obligadas a permanecer continuamente muy próximas físicamente entre sí, creando tensiones y conflictos. Pero en el caso de Supertramp, al menos en Pittsburgh, no hubo nada de eso. El buen humor y la paciencia que los músicos y el resto del personal demuestran a lo largo del día y durante la mañana siguiente, no sólo respecto a este periodista recién llegado, sino también entre ellos mismos, hacen que mi misión sea poco menos que aburrida.

En cualquier caso, hay poco tiempo para los conflictos y demás una vez que la banda llega a la ciudad. Poco después de alojarse en el hotel, dos de los miembros del grupo, Hodgson y el bajista Dougie Thomson, deben salir hacia una emisora de radio local para grabar una entrevista. Los demás pueden descansar, ver la televisión o pasear por los alrededores hasta las 18:00 h., que es cuando empiezan las pruebas de sonido.

“Dougie y yo somos los que solemos hacer las entrevistas en la radio, mientras que los demás se encargan de visitar las tiendas de discos. Tal vez sea porque ellos no son suficientemente elegantes como para ir a la radio”, bromea Hodgson de camino hacia el coche de Chuck Gullo, miembro del equipo local de ventas de A&M, quien les va a llevar hasta la emisora WDVE-FM para que les entrevisten. Aunque durante esta visita no habrá tiempo para ello, Supertramp tiene la costumbre de tratar muy bien a los minoristas, visitando las tiendas de discos locales y regalando entradas para sus conciertos a quienes trabajan allí.

Con Ted Nugent sonando en la radio, lo cual no es exactamente del agrado de los seis ocupantes del Oldsmobile, Gullo, que reside en Cleveland, termina extraviándose de camino a la emisora, cerca del centro de la ciudad. Su confusión hace que lleguemos hasta el Teatro Stanley, una sala de 3.500 localidades, propiedad de los promotores Di Cesare y Engler, donde también se anuncia la actuación de Supertramp en el Civic Arena.

WDVE-FM, donde los dos músicos llegan finalmente a las 16:00 h., media hora después, es una de las emisoras de radio en FM más importantes de la ciudad, con una audiencia del 6,7% según una encuesta reciente realizada sobre oyentes mayores de 12 años. Sin embargo, la emisora de Abrams/Burkhart SuperStars es la tercera en la lista general, superada por KDKA-AM, una emisora generalista que tiene un increíble 21,8% de audiencia, y por WSHH-FM, una emisora musical que tiene un 6,8%. Igualada con WDVE-FM está WTAE-AM, otra emisora moderna con un idéntico 6,7%.

Al entrar en la emisora, Hodgson y Thomson son conducidos hasta una pequeña sala, donde serán entrevistados por Dennis Benson, productor de ‘Backstage Special’, un programa que mezcla entrevistas con artistas y su propia música. En realidad, no se emite ninguna canción durante la entrevista, sino que éstas serán añadidas cuando se edite la cinta a la vez que la voz de Benson sea sustituida por otra que suene más a ‘disc jockey’.

La entrevista comienza con las habituales preguntas sobre los orígenes de la banda y su nombre, con Hodgson más predispuesto a responder y con el peludo y musculoso Thomson aparentando estar más tenso, aunque enseguida se relaja. El nombre de la banda, dice Hodgson, procede del libro de 1910 ‘Autobiografía de un Supervagabundo’, de W.H. Davies.

“Pero si hubiésemos sabido los problemas que íbamos a tener en los Estados Unidos, no habríamos elegido ese nombre”, añade Hodgson. “Aquí se pensaban que éramos una especie de versión inglesa de las New York Dolls, porque ‘tramp’ significa algo distinto en Gran Bretaña y en Estados Unidos. En Gran Bretaña simplemente significa ‘vagabundo’, mientras que aquí parece implicar todo tipo de cosas respecto a malas mujeres y prostitutas”.

Según cuentan ambos músicos durante la entrevista, la banda fue formada en 1970 por Rick Davies y Hodgson, junto a Richard Palmer y Bob Millar. Respaldados por el que entonces era su representante, a quien describen como un “excéntrico millonario holandés”, publicaron dos discos, ‘Supertramp’ e ‘Indelibly stamped’, antes de quedarse arruinados, sin representante y casi totalmente desanimados, después de una gira invernal por Noruega.

El grupo estuvo a punto de desintegrarse entonces, pero Thomson, descrito como “la bujía de la banda”, se unió a Davies y Hodgson y les convenció para que siguieran adelante. El californiano Bob Siebenberg fue incorporado como nuevo batería de la formación, y el espigado con aspecto de empollón John Anthony Helliwell también entró en el grupo para terminar de dar forma al Supertramp que ya no ha sufrido más cambios hasta la actualidad.

A finales de 1974 la banda publicó ‘Crime of the century’, que llegó al número 38 de las listas norteamericanas. En Diciembre de 1975 fue publicado ‘Crisis? What crisis?’, alcanzando el puesto 44. ‘Even in the quietest moments’, editado en Abril de 1977, llegó al 16, y ‘Breakfast in America’, su último álbum, entró en la lista Billboard a finales de Marzo de este año, saltando directamente hasta el número 1, donde permaneció cuatro semanas antes de bajar al número 2. No obstante, el álbum ‘Bad girls’ de Donna Summer sólo les arrebató el primer puesto una semana, ya que a la siguiente volvieron a lo más alto de la lista.

Los músicos ya han contado la historia sobre los orígenes de Supertramp muchas veces antes de esta entrevista, y sus respuestas brotan con facilidad, pero cuando les preguntan sobre el origen de su energía creativa, hacen una pausa y se lo piensan un rato antes de contestar.

“Creo que existe una fuerza creativa que lo recorre todo”, propone Hodgson. “Yo intento estar receptivo ante esa fuerza. No procede de mí, sino que fluye a través de mí, y cuanto más receptivo estoy, mejor fluye mi vida y mejor fluye mi música”. Thomson, más lacónico, añade que, cuanto más “infantiles” son sus percepciones, mejor música puede hacer.

Una vez terminada la charla Benson explica que, como el director de la emisora quiere evitar dar la impresión de que están haciendo publicidad gratuita para la banda, la entrevista no será emitida hasta después del concierto de esa noche. Ya que se trata de la primera visita del grupo a Pittsburgh y las ventas anticipadas sólo ascienden a 7.000 entradas, no son buenas noticias para ellos, pero se lo toman con calma.

“Esto parece una teta gigante”, señala Prevost desde el coche mientras rodeamos el Civic Arena buscando la entrada a los camerinos. Son las 17:30 h. cuando los músicos acceden al recinto para hacer las pruebas de sonido. El escenario, de más de trece metros de largo, y el sistema de sonido ya están montados, y lo único que faltan son algunos ajustes de última hora antes de que el concierto empiece.

A diferencia de la mayoría de grupos de rock, que consideran más conveniente alquilar los complejos sistemas de sonido que se necesitan para una gira de este calibre, Supertramp, a través de su compañía Delicate Acoustics, posee su propio sistema de sonido. Este sistema, que pesa unas 26 toneladas y está asegurado en más de 5 millones de dólares, es alquilado a otros artistas cuando Supertramp no está de gira. Por ejemplo, es el que usó el grupo Kansas el año pasado.

Sentado en una pequeña sala dentro de los camerinos y rodeado por los instrumentos de viento de Helliwell, Ian Lloyd-Bisley, el técnico de electricidad de la gira que también se encarga de los monitores, nos da algunas claves. Mientras muchos grupos de rock apilan montones de amplificadores de guitarras y bajos sobre el escenario, que hacen poco más que interferir con el sonido que sale de los monitores, Supertramp canaliza todo su sonido a través de nueve monitores colocados sobre el escenario para que los músicos puedan escucharse a sí mismos, y a través del sistema de altavoces, que es lo que escucha el público.

El sistema de sonido utiliza 125 amperios por fase de fuerza, con el sonido amplificado atravesando una mesa Midas de 36 canales hecha a medida. Los bajos utilizan 11.000 vatios por salida, a través de 24 altavoces JBL K1405; los medios, 4.000 vatios a través de 16 altavoces ATC; y los altos, 2.000 vatios a través de 22 altavoces MLR. A pesar de ser tan sofisticado como el que más, el sistema de luces y sonido de Supertramp no es tan gigantesco como otros, y la banda no necesita transportar un generador adicional. Siempre utilizan fuentes de energía locales.

Mientras los técnicos de sonido e iluminación hacen sus ajustes de última hora y las fuerzas de seguridad y los porteros reciben las pertinentes instrucciones de sus superiores, un servicio de ‘catering’ proporcionado por el promotor del concierto prepara la comida para todo el equipo. Simultáneamente, los cinco músicos se encuentran ya sobre el escenario, ocupados en sus propios preparativos para asegurarse de que, una vez que estén ante el público, no habrá ningún contratiempo.

En un ambiente particularmente relajado, Helliwell lee en voz alta una columna de la revista de humor ‘Punch’ antes de ser atacado y tirado al suelo entre risas por Hodgson y Thomson. Davies, en la parte izquierda del escenario, se queja de sus teclados, indicándole a uno de los técnicos que el instrumento necesita una limpieza porque las teclas están empezando a quedarse pegadas. Otro técnico está lijando los bordes más ásperos de las baquetas de Siebenberg.

A las 18:30 h., una hora antes de que empiece el concierto, el escenario está listo y los músicos se retiran a sus modestos pero limpios camerinos, proporcionándome así una oportunidad para hablar con ellos. Les pregunto por qué grupos como Yes, Genesis y Emerson, Lake & Palmer, que hacen un tipo de rock artístico muy similar, están pasándolas canutas mientras Supertramp se encuentra en lo más alto.

“Bueno, ahora mismo se nota una gran carencia de muchas cosas por ahí”, asegura Hodgson. “Este álbum nuestro contiene diversión y calidez, pero al mismo tiempo el humor está compensado por la seriedad de las letras de algunas canciones. A veces bromeamos diciendo que, si necesitásemos ser comerciales, seríamos capaces de conseguirlo”.

“La verdad es que no sé por qué este álbum es tan popular, pero sí puedo decirte que me consta que ha sido capaz de dar ánimos a muchas personas”, dice Siebenberg, reflejando la incertidumbre que están sufriendo algunas bandas mientras se preguntan si no estarán pasadas de moda.

“Musicalmente, ‘Breakfast in America’ es bastante comercial”, dice el lacónico y pensativo Davies, que sobre el escenario tiene el aspecto de un John Lennon con barba (probablemente él odie esta comparación). “Contiene canciones cortas y compactas, bastante melódicas… Todo eso, combinado con la planificación de la gira y el éxito del single ‘The logical song’, ha dado como resultado más de lo que podíamos esperar”.

Davies parece no sentirse cómodo con esta pequeña entrevista y se escapa para jugar a los dardos con otros miembros del grupo. Hay una diana colocada en el pasillo, junto a las puertas de los camerinos. Jugar a los dardos se ha convertido en un auténtico ritual antes de los conciertos de Supertramp.

“Nunca intento hablar con él justo antes de un concierto”, dice Sue, la mujer de Davies. Al contrario que su tímido marido, ella, que fue ejecutiva de publicidad y desarrollo de artistas en A&M Records, habla sin titubeos sobre sus negocios. Vender camisetas, libros de las giras y jerseys de Supertramp es un trabajo duro y una batalla constante contra los falsificadores, la cual puede degenerar en auténtica violencia, según cuenta Sue, que es conocida por enfrentarse en persona a esos delincuentes durante más de un concierto.

“En noches como esta, cuando no hay problemas de ese tipo, el ‘merchandising’ oficial puede recaudar beneficios de alrededor de 1,25 dólares por cada uno de los asistentes al concierto”, dice Sue Davies. “El recinto suele quedarse entre un 30% y un 40% de ese dinero en concepto de comisión, y en otros sitios, como en el Madison Square Garden, se quedan hasta la mitad”.

“Hay muchas formas de intentar controlar a los falsificadores de ‘merchandising’”, añade Sue, “pero ninguna de ellas es completamente satisfactoria. Algunos grupos se toman la justicia por su mano, intentando que las fuerzas de seguridad confisquen todo el material no oficial. Pero eso no es legal, y puede acarrearles serios problemas”.

Lo que ella intenta hacer, según cuenta, es ponerse de acuerdo con los organizadores de cada concierto para que la policía pueda arrestar a los falsificadores por colocarse en un lugar no permitido, por vender productos sin licencia o por no pagar las tasas correspondientes. Para una banda que está de gira es prácticamente imposible conseguir un requerimiento judicial que impida infringir la ley a los falsificadores, debido al tiempo que se necesita para establecer los procedimientos legales y aportar las pruebas.

Además de los quebraderos de cabeza que le dan los falsificadores, que según cuenta son mucho peores en el noroeste del país, siempre existe el problema del suministro de ‘merchandising’ según avanza la gira, el cual, en esta época de huelgas de camioneros y escasez de carburante, se ha convertido en un asunto muy complicado.

Aunque Prevost señala lo atractivas que son algunas de las fans (la ciudad de Pittsburgh es famosa por la belleza de sus mujeres), lo que realmente está intentando localizar es la presencia de grabadoras de audio. Dice que existe una cláusula en el contrato que Supertramp firma con cada promotor según la cual éste se compromete a pagarles medio millón de dólares si se publica una grabación pirata de ese concierto.

Por fin, los cinco músicos de Supertramp ocupan sus puestos detrás de un telón negro y el concierto comienza a las 19:50 h. La banda ejecuta su repertorio con nitidez y precisión, mezclando las melodías con ligeros toques de jazz y alguna reminiscencia de los Beatles, pero sin que la música resulte demasiado auto-indulgente en ningún momento. Los músicos parecen mucho más relajados y da la impresión de que están disfrutando más que durante su actuación en el Madison Square Garden de la semana anterior.

Mientras se desarrolla la música también lo hacen algunos efectos especiales en el escenario. Algunos de ellos son bastante buenos, como la película que se proyecta sobre la pantalla que hay en la parte de atrás, en la que se ve un tren a una velocidad vertiginosa, y otros muy simples, como cuando dos de los técnicos, uno disfrazado de gorila y con un uniforme de camarera y otro disfrazado de plátano gigante, bailan sobre el escenario. Prevost explica que la banda ya lleva bastante tiempo utilizando esos efectos, y que para ellos se ha convertido en una especie de tradición que el miembro del equipo técnico con menor antigüedad en el cargo tenga el dudoso privilegio de ejercer de gorila.

A lo largo del concierto, el público asistente, que al final ha sido más del que se esperaba, se comporta muy bien y demuestra saber apreciar la música. Los más jóvenes aclaman con fuerza las canciones que conocen, y permanecen respetuosamente sentados en sus localidades durante otros pasajes más tranquilos. El grupo se gana merecidamente el derecho a salir a tocar un bis, y a las 21:55 h. el espectáculo ha terminado. La música, la puesta en escena y el sonido cristalino han contribuido al gran éxito del concierto.

Justo después de la actuación, los músicos se retiran a sus camerinos para cambiarse, descansar y tomarse un respiro antes de salir, unos 45 minutos más tarde, a la zona ubicada entre bastidores, mientras el escenario ya está siendo desmontado. Después, desde el lugar donde se ha celebrado el concierto regresan hasta el hotel utilizando un medio de transporte poco habitual entre las estrellas del rock: sus propios pies.

En el camino de vuelta al hotel, Thomson asegura que no le importa en absoluto vivir en la carretera. De hecho, el bajista dice que para después de la gira está pensando en comprarse una autocaravana y recorrer con ella los Estados Unidos. Pero lo que más le gustaría, según cuenta, sería comprarse un yate en el que vivir y navegar.

Al llegar al hotel se encuentran con unos cuantos fans que estaban esperándoles, pero la escena no tiene nada que ver con la que se vivió la noche del sábado anterior cuando montones de personas recorrían los pasillos del Hotel Hyatt House intentando localizar a algún miembro del grupo Journey. Supertramp parece atraer a un grupo de gente más seria, o al menos más reservada.

Los músicos se retiran a sus habitaciones, pero pronto vuelven a reunirse en el bar del hotel para tomar algo antes de irse a la cama. En el bar, Rick y Sue Davies forman un corrillo junto al promotor Richard Engler, mientras Roger Hodgson aparece brevemente por sorpresa para llevarle una botella de agua mineral a su mujer, Karuna, que ha llegado junto al bebé de ambos procedente de Indianápolis esa misma noche. Normalmente los Hodgsons viajan juntos en autocaravana, pero durante esta parte de la gira han decidido tomarse un descanso de la carretera.

A mediodía de la mañana siguiente, el grupo y su séquito abandonan el hotel y, a diferencia de lo que sucedió cuando llegaron el día anterior, algunos músicos son reconocidos al salir a la calle y requeridos para firmar autógrafos. Y entonces llega el momento de coger un taxi y poner rumbo hacia otra ciudad y otro concierto…