Extenso reportaje aparecido en la revista musical "Classic Rock" con motivo de la publicación del recopilatorio "Retrospectacle", en el que los miembros de Supertramp repasan la trayectoria del grupo.

 

Al ser un grupo de rock progresivo con sensibilidad comercial, el sonido de Supertramp puede haber sido “el crimen del siglo” para la generación punk, pero el nivel de éxito que alcanzaron merece respeto. Con su nueva antología “Retrospectacle” convertida en una de las sorpresas de las listas de ventas actuales, “Classic Rock” repasa la turbulenta carrera de la banda.

Que levante la mano el que se haya acordado alguna vez de Supertramp durante los últimos veinticinco años. Aparte de los empollones progresivos y los que usan anoraks anales como los de los Sex Pistols, dudamos mucho que la banda haya penetrado en la conciencia musical del oyente medio desde hace bastante tiempo. De acuerdo, ya sabemos que aparecieron en la banda sonora de “Magnolia”, pero incluso esa película tiene más de cinco años de antigüedad, por el amor de Dios...

Hay un par de buenas razones por las que Supertramp ha sido relegado al cubo de la basura de la historia musical. La primera es que su carrera alcanzó un gigantesco éxito en Europa relativamente pronto, y después de eso abandonaron virtualmente este lado del hemisferio para buscar la fama y la riqueza en los Estados Unidos. La segunda es que, desde su deprimente desaparición, el legado musical de Supertramp ha sido muy mal administrado. Han hecho falta casi diez años para publicar el recopilatorio doble “Retrospectacle”.

Aunque decimos “desaparición”, la realidad es que Supertramp todavía existe, gobernado por la mitad del equipo de compositores original, el teclista Rick Davies. La otra mitad, Roger Hodgson, va por libre desde mediados de los años 80, y recientemente ha dado un concierto en el Sheperd’s Bush Empire de Londres que fue recibido con mucho entusiasmo y para el que se agotaron todas las localidades.

Administrado por Sue, la mujer de Davies, Supertramp ha seguido publicando discos y saliendo de gira con varias formaciones distintas. Davies posee el nombre “Supertramp” y es el mayor responsable de la publicación de “Retrospectacle”, lo cual hace que resulte extraña su reticencia a colaborar en este artículo, aunque finalmente accediese a comunicarse con nosotros de forma escueta a través del correo electrónico.

En 1974 yo vi a Supertramp interpretar el álbum “Crime of the century” al completo durante un acto promocional de una compañía discográfica. Recuerdo que me dejaron muy impresionado. Incluso lancé una granada de mano al campo de batalla de los críticos afirmando que “Crime of the century” estaba a la altura de discos tan potentes como “Tommy” (The Who), “The lamb lies down on Broadway” (Genesis) y “Dark side of the Moon” (Pink Floyd).

Todavía hoy en día “Crime of the century” suena fresco y apremiante. Una escucha reciente del álbum me transportó a una época en la que los LPs eran auténticas declaraciones y no simples mecanismos de marketing, cuando podías pasar una noche liando porros sobre las artesanales portadas de los discos y estudiando concienzudamente las letras de las canciones...

Aquel fue un período en el que la música era vibrante y original. Supertramp representó el colmo del talento que desbordaban Family, Pink Floyd, Traffic y otras muchas bandas que fueron pioneras en marcar las reglas del despegue musical de la época.

La historia de Supertramp arranca en 1969. Rick Davies, natural de Swindon, formaba parte de una banda llamada The Joint (anteriormente conocida como The Lonely Ones) y se encontraba tirado en Munich, viviendo de componer música para películas de serie B. “Fue una buena experiencia, pero los alemanes hacen las peores películas del mundo”, dice Davies. “Para ellos nosotros sólo éramos un medio barato de crear la música para sus películas”.

Sin dinero y sobreviviendo a base de sopas de guisantes, uno de los contactos de Davies dijo que conocía a un millonario en Suiza, Stanley August Miesegaes, que estaba interesado en introducirse en el negocio de la música. Miesegaes, un joven hombre de negocios holandés, no quedó especialmente impresionado por The Joint, pero vio suficiente potencial para invertir dinero en algunas experiencias excéntricas.

Una de ellas fue bautizada como “La vuelta al mundo de Rick en ochenta melodías”, y llevaría a Davies y a un puñado de músico por todo el planeta viajando en Land Rovers y componiendo canciones según iban siendo influenciados por cada país que visitasen. “Sonaba fantástico, pero no era nada real”, dice Davies. “Así que volví a Londres y empecé a hacer audiciones para lo que iba a ser la primera versión de Supertramp”.

Entonces apareció Roger Hodgson, un joven de Porsmouth con cara de persona dulce, recién graduado en el Stowe Boarding School de Buckinghamshire. Todo un contraste con Davies, un tipo serio y obsesionado por el jazz. Hodgson estaba inmerso en la cultura “hippie” y era fan de grupos como Spooky Tooth, Jethro Tull y Traffic.

Ocupándose originalmente del bajo (“mi instrumento favorito”, según él), a Hodgson se le unieron Richard Palmer a la guitarra y Bob Millar a la batería, completando así la primera formación de Supertramp. El grupo tomó su nombre de un clásico de culto de la literatura, “La autobiografía de un supervagabundo” de W.H. Davies.

“Por entonces se estaba produciendo un gran cambio en Inglaterra”, dice Davies. “Yo había estado en Europa y no lo sabía hasta que fui a ver a Rory Gallagher y Taste. Antes de eso, yo pensaba que para llegar a alguna parte tenías que ser una estrella del pop. Pero con aquellas nuevas bandas emergiendo, había nuevos caminos que tomar, y eso es lo que intentamos hacer”.

Supertramp firmó con A&M y publicó un álbum con el mismo nombre en 1970, pero no fue un debut especialmente memorable. “Estábamos muy verdes todavía”, dice Davies. “Ni siquiera nos preocupábamos de tener un productor, pensábamos que si Paul McCartney no tenía productor por qué íbamos a tenerlo nosotros. Eramos muy ingenuos”. “Aquello funcionó en el primer álbum”, cuenta Hodgson. “Tenía su propio tipo de magia”.

Supertramp empezó a dar conciertos sin descanso, consiguiendo un buen seguimiento en institutos y universidades, y vendiendo los suficientes discos para que A&M siguiese interesándose en ellos. Pero para cuando tuvieron que grabar su siguiente álbum, Palmer y Millar habían dejado el grupo y tres nuevos miembros les habían sustituido: Frank Farrell (bajo), Kevin Currie (batería) y Dave Winthrop (saxofón). Además, Hodgson había cambiado el bajo por la guitarra.

“Indelibly stamped”, tristemente célebre por su portada en la que aparecía el torso de una mujer desnuda adornado con tatuajes, tenía mucha más sustancia que el disco anterior y presentaba un tema tras otro en sucesivas capas musicales, con un sonido no muy diferente del que hacían los Traffic que tanto le gustaban a Hodgson.

En directo, la banda ofrecía una propuesta más animada. “Era simplemente rock and roll”, dice Davies. “El público se subía al escenario y era un caos, con la gente bailando por su cuenta y nosotros haciendo bises una y otra vez, pero vivíamos de eso”.

Hubo más cambios en el horizonte de Supertramp mientras luchaban por salir adelante. Farrell dejó el grupo para emprender una carrera en solitario, y el escocés Dougie Thomson apareció en escena. Anteriormente Thomson había estado tocando en algunos antros del West End y después se había unido a Alan Bown Set. “Fue una época muy extraña”, recuerda Thomson. “A veces Dave Winthrop no se presentaba a una actuación y luego reaparecía un par de conciertos más tarde como si no hubiese pasado nada. Otra vez dimos un concierto en Swansea y el batería no vino, así que Roger y Rick tuvieron que repartirse las tareas con ese instrumento”.

Lo cual nos conduce a la llegada de Bob Siebenberg, un californiano que había tocado la batería con Bees Make Honey, un grupo conocido en los pubs de rock londinenses. Impresionados por su estilo único y su entusiasmo, la banda le contrató y se marcharon de gira, empezando a tocar versiones primigenias de las canciones que formarían la base de su álbum más clásico, “Crime of the century”. El estilo distintivo y penetrante de Siebenberg, junto a las económicas líneas de bajo de Thomson, ayudaron a refinar el sonido de Supertramp, llevando a Davies y Hodgson hacia una dirección más accesible.

Una vez que los problemas con la sección rítmica parecían arreglados, todavía quedaba una cosa más por hacer. Cuando el saxofonista Winthrop dejó de asistir a los conciertos, el grupo se reunió y planeó su siguiente movimiento. Thomson recordó a un antiguo compañero suyo en Alan Bown Set, John Anthony Helliwell, y le telefoneó de inmediato para invitarle a acudir a un ensayo.

Según recuerda Davies entre risas, “John tocó un poco y después se sentó. Hubo un silencio de unos veinte segundos y a continuación nos contó el chiste del irlandés al que le regalan unos esquís acuáticos en Navidad y se pasa el resto del año buscando un lago que tenga pendiente... ¡Y nos quedamos con él!”. Cómico por naturaleza y multi-instrumentista, la actitud relajada y competente de Helliwell equilibró a la perfección el nuevo estilo de la banda y evitó que se convirtiera en algo demasiado pretencioso.

Por fin había llegado Supertramp. A finales de 1973 la banda perdió sus lazos con el millonario Miesegaes, lo cual les privó de su situación de privilegio para dejarles a la intemperie. El grupo se hizo con un representante, Dave Margereson, que dejó su trabajo en A&M para trabajar con Supertramp a tiempo completo. “Les vi tocar en directo y me gustaron”, recuerda Margereson, “pero tampoco me volvieron loco. Me hice muy amigo de ellos después de pasar juntos muchas noches hasta altas horas de la madrugada, y les sugerí alquilar una granja y marcharnos allí para trabajar en nuevas canciones”.

“Nos fuimos todos a Somerset con nuestras novias, esposas, hijos y gatos”, dice Helliwell. “Y allí es cuando todo empezó a funcionar”. Supertramp empleó tres meses ensayando y a continuación prepararon algunas maquetas para que las escuchara Jerry Moss (la “M” de A&M; la “A” correspondía a Herb Alpert). Moss se quedó impresionado y les dio carta blanca para seguir adelante, con la condición de que grabasen mientras tanto un single, que fue “Land ho”. Pero el resultado no fue el óptimo y se sugirió que el grupo debía contratar a un productor de verdad. Esto marcó la llegada de Ken Scott, un experto ingeniero de sonido que había trabajo con una gran colección de talentos como los Beatles, David Bowie y la Mahavishnu Orchestra.

Con Scott a bordo, Supertramp afrontó la ardua tarea de grabar “Crime of the century”. Fue un proceso terriblemente largo, pues la tecnología de la época no encajaba con las escrupulosas exigencias del grupo. Las canciones fueron montadas estrofa a estrofa y la operación se llevó a cabo con la meticulosa precisión con la que se rueda una película de muñecos de plastilina. “Cuando nos metimos en el estudio”, dice Hodgson, “ya estábamos preparados para grabar a otro nivel. Ken Scott fue un maestro maravilloso. Fue una época mágica”.

Pero también entonces empezaron a asomar las primeras discrepancias entre quienes una vez habían sido un equipo inseparable, Davies y Hodgson. Según observa Siebenberg, “Rick y Roger habían sido una sociedad creativa muy unida hasta que empezaron a componer para ‘Crime of the century’. A partir de entonces su relación se volvió muy extraña, no hablaban mucho el uno con el otro. Ambos se comunicaban a través de aquellas canciones”.

“Crime of the century” también fue un album muy costoso económicamente hablando. Se estimó que debía vender setecientas cincuenta mil copias para recuperar la inversión que había hecho A&M. Pero como análisis final puede decirse que la compañía de discos estaba encantada con el álbum, según Thomson: “La respuesta general fue: ‘No estamos seguros de qué es esto, pero sabemos que es algo enorme’”.

Cuando “Crime of the century” fue publicado se ganó de inmediato los elogios de la crítica y el público, aunque Hodgson lo descubrió cuando regresó de unas vacaciones en Marruecos: “Nada más bajarme del avión vi una copia del ‘Melody Maker’ en la que se decía que nuestro álbum era el número uno en las listas. No podía creérmelo”.

Relativamente editado bajo la apariencia de un álbum conceptual (“Eso era lo que se llevaba entonces, así que hicimos un disco que tuviera planteamiento, nudo y desenlace”, dice Davies), “Crime of the century” era una impresionante colección de canciones producidas por un formidable equipo creativo. Temas como “School”, “Bloody well right” y “Dreamer” sonaban punteros y progresivos para la época.

Pero Supertramp también tenía una habilidad innata para mezclar ideas excéntricas con una sensibilidad comercial que les permitió cubrir todos sus objetivos. “Los universitarios parecían encontrar un significado oculto en nuestras canciones”, dice Margereson. “Pero a las madres y a los padres también les gustábamos, pues las canciones estaban repletas de excelentes melodías”.

En directo, Supertramp también se convirtió en algo excitante, invirtiendo todos sus ingresos en tecnología punta para conseguir un equipo de sonido similar al que utilizaba Pink Floyd. Después de “Crime of the century” se organizó una enorme gira que marcó la ruta a seguir por el grupo durante el resto de su carrera.

Grabar un disco después de “Crime of the century” demostró ser una tarea complicada, pero nadie podía prever los problemas que iban a surgir. Durante la gira americana, Hodgson se rompió un brazo y el grupo tuvo que cancelar todos sus compromisos hasta que se recuperó. Cansados de dar conciertos, se dedicaron a preparar material para completar un álbum que pasaría a la historia como un mero trabajo de relleno, al que llamaron apropiadamente “Crisis? What crisis?”.

Hodgson quedó decepcionado con ese álbum: “Podía haber resultado mucho mejor que ‘Crime of the century’, pero no fue así. Realmente no disfrutamos grabando este disco”. Aún así, canciones como “Sister Moonshine”, “Lady” y “Ain’t nobody but me” reflejaban las tendencias pop de Supertramp y su afición por otros venturosos interludios musicales. Con “Crime of the century” todavía vendiendo cantidades ingentes de discos, el grupo no perdió mucho  impulso en las ventas. En 1975 Supertramp decidió centrarse en el mercado norteamericano, por lo que dieron un concierto de despedida en el Albert Hall de Londres y se trasladaron a Los Angeles.

En 1977, entre gira y gira prepararon otro álbum, “Even in the quietest moments”, que fue grabado en las montañas de Colorado. “No nos dimos cuenta de que el aire tan liviano de las montañas hace que las voces suenen raras”, dice Davies. “También fue difícil para John tocar el saxo en aquellas circunstancias, así que acabamos completando el disco en Los Angeles”.

Aunque no fue el trabajo más memorable de Supertramp, “Even in the quietest moments” se convirtió en el primer álbum del grupo en entrar en el Top 20 americano. Además incluía “Give a little bit”, que se convirtió en uno de sus himnos más legendarios. Hasta entonces, el éxito de Supertramp había sido firme pero paulatino. No estaban preparados para el gran paso comercial que dieron en 1979 con “Breakfast in America”.

Según Margereson, “‘Crime of the century’ fue un éxito en ventas, ‘Crisis? What crisis?’ nunca fue aceptado como un gran álbum, ‘Even in the quietest moments’ contenía ‘Give a little bit’ y eso les llevó hasta el siguiente paso... Cuando preparamos las canciones de ‘Breakfast in America’, todo apuntaba a que había llegado nuestro momento”.

Casi de la noche a la mañana, Supertramp pasó de ser un grupo excéntrico a convertirse en una entidad que vendía millones de discos. “Breakfast in America” alcanzó el número uno en las listas americanas, que experimentaron por primera vez el triunfo de una banda británica.

En realidad, buena parte del material que componía el álbum había sido compuesta más de diez años antes. “El final de mi adolescencia fue un período increíblemente fértil por lo que respecta a la composición de canciones”, dice Hodgson. “Me había comprado un harmonium y había compuesto la base de un montón de temas que irían apareciendo en los años posteriores, como ‘Dreamer’, ‘It’s raining again’, ‘Give a little bit’ y, por supuesto, ‘Breakfast in America’”.

“Breakfast in America” comparte con “Crime of the century” el mejor puesto en la discografía de Supertramp, y vendió unos dieciocho millones de copias en todo el mundo. El disco fue seguido de otra gira agotadora, con cincuenta y dos toneladas de material, cinco millones de dólares de gastos y un equipo de cuarenta personas. Había llegado el momento de Supertramp...

“‘Breakfast in America’ fue el disco que más vendió en todo el mundo en 1979”, dice Margereson. “Fue el álbum que salvó a A&M, y con él Supertramp llegó a su cima tanto musical como visualmente. Pero la gira fue demasiado larga y eso destrozó al grupo”.

Los miembros de Supertramp acabaron la gira totalmente exprimidos y Hodgson anunció por sorpresa que estaba pensando abandonar el grupo. De inmediato Davies promovió la publicación de un disco en directo, “Paris”, con la esperanza de que tanto Hodgson como el resto de miembros del grupo pudieran recuperarse mientras tanto. Pero cuanto más tiempo pasaba Supertramp inactivo, más grietas aparecían dentro del grupo. Y todo llegó a su fin durante la grabación del álbum de 1982, proféticamente titulado “Famous last words”.

Por entonces Hodgson (“el miembro cósmico del grupo”, según le describe Margereson) se había ido a vivir a una sociedad alternativa en Nevada. “Roger se había vuelto un poco chulo”, dice Thomson, “y pensaba que él y Rick debían contratar una nueva banda y seguir adelante con un nuevo Supertramp”.

Según Margereson, “Roger quería cambiar a los miembros del grupo y Rick, Dios le bendiga, le dijo: ‘No, el grupo es este, si no estás contento puedes marcharte’”. Pronto todo se volvió absurdo, y cansados de sus eternas reuniones, Davies y Hodgson decidieron enviar a sus esposas para que les representaran.

“Llegó el punto en que las dos mujeres discutían sobre qué single debía ser publicado primero”, dice Margereson. “¿Alguien conoce la película ‘Spinal Tap’?”

Mientras la banda empezaba a grabar “Famous last words”, Roger anunció definitivamente que aquellos serían su último álbum y su última gira con Supertramp. Según recuerda, “El grupo no estaba unido. Yo había entregado catorce años de mi vida a Supertramp porque creía en el grupo, pero había llegado el momento en el que ya no creía en él”.

Hodgson cambió de idea brevemente e intentó volver al grupo, pero para entonces Davies pensó que era demasiado tarde y se negó a readmitirle. Con los dos bandos claramente divididos, Hodgson se dispuso a tomar su propio camino. Mientras tanto, Margereson también había abandonado porque estaba harto de tantas discusiones.

Rick y Sue Davies se movilizaron rápidamente para convertirse en la fuerza que controlara Supertramp. Cuando Sue, antigua empleada de A&M, fue presentada como la representante de Supertramp durante una entrega de premios, los demás miembros del grupo conocieron la nueva situación, lo cual les sorprendió y disgustó a partes iguales.

Según Hodgson, “el hecho de que la mujer de Rick se convirtiera en la representante del grupo fue algo destructivo, como un jarro de agua fría para todos. Aquella experiencia me dejó un sabor amargo, y estaba deseando que llegase el final de la gira de ‘Famous last words’ para marcharme de allí”.

“Cortar los lazos con el grupo fue algo terrible”, dice Margereson. “Todavía hoy en día no lo he superado. En cuanto a por qué soy “persona non grata” para Rick y Sue, sinceramente no lo sé”.

Desde entonces, Davies ha seguido grabando y saliendo de gira con Supertramp, utilizando miembros nuevos y originales. También ha confiado a Mark Hart, antiguo vocalista y guitarrista de Crowded House, la tarea de cantar los temas de Hodgson, para disgusto de los antiguos miembros del grupo.

Según Thomson, “interpretar las canciones de Roger sin él es como lavarse los pies sin quitarse los calcetines. Es una parodia”. Hodgson es más filosófico: “No creo que eso sea bueno para el grupo, y además no estoy de acuerdo con ello. Ya hace veintidos años que me marché, pero para los fans sigo formando parte de Supertramp”.

Así pues, ¿dónde se encuentra ahora mismo Supertramp? Es una pena que un conflicto entre dos individuos tan dotados de talento como testarudos impida que la formación clásica de la banda vuelva a reunirse.

“Definitivamente, las cosas han cambiado”, dice Hodgson. “Rick tiene el problema de tener que estar a la altura de un nombre que significa mucho para mucha gente, y lo hace a su manera. Yo lo habría hecho de una forma muy distinta”.

¿Hay posibilidades para una reunión? “Yo nunca he dicho ‘nunca jamás’”, dice Hodgson. “Nunca he sido el único que ha impedido que esto suceda. Pero tiene que ser algo bueno, y por ahora no veo sinceridad en Rick y en Sue. Estoy contento con la dirección que ha tomado mi vida y no necesito que suceda algo así”.

“Hay muy pocas posibilidades”, dice Thomson. “No es imposible, pero mientras Supertramp siga siendo una dictadura, es algo que no va a suceder”.