Phil Johnson, del diario londinense "The Independient", habló con Rick Davies y John Helliwell tras el regreso de Supertramp a los escenarios después de casi una década de ausencia.

 

Podría pensarse que tres horas de Supertramp serían más que suficientes para cualquiera, pero no, ocho mil belgas siguen queriendo más y hacen todo lo posible por conseguirlo. Saltan, gritan, dan palmas e incluso alguno que otro es capaz de emitir una especie de mugido bovino.

Al principio piensas que se trata de una especie de saludo típico de la cultura flamenca, algo así como el equivalente, en el resto del mundo, a encender los mecheros. Pero después de un rato, si te fijas bien, te das cuenta de que están repitiendo una y otra vez la misma palabra: “¡Dreamer, dreamer…!”, un cántico basado en el título de una de las canciones más famosas de la banda.

Finalmente, el grupo regresa para el esperado bis, aunque no se trata del típico ritual que se lleva a cabo en la mayoría de conciertos de ‘rock’, pues el público se lo ha ganado bien ganado. Tocan durante media hora más, pero cuando vuelven a marcharse siguen sin haber interpretado ‘Dreamer’.

"Dreamer, you're nothing but a dreamer", que decía la canción. Pero en ese punto, la memoria colectiva empieza a fallar un poco… ¿Cómo seguía? ¿Era "put your head on your hands, oh yeah"? Lo que venía a continuación, sin embargo, es muy fácil de recordar: una especie de improvisación al piano eléctrico que se alargaba hasta la siguiente estrofa, fuera la que fuera.

Que Supertramp se ha apropiado de nuestro inconsciente es algo innegable, pero que sólo lo haya hecho de forma parcial es un poco preocupante. A menos que seas un gran fan del grupo o uno de los dieciocho millones de personas que compraron el álbum ‘Breakfast in America’, es probable que sólo te acuerdes de ellos vagamente. A pesar del gran éxito que tuvieron, no da la impresión de que se trate de un grupo de primera fila.

Si hay algo por lo que se les recuerda, probablemente sean las portadas de sus discos de los años 70. Lo cierto es que nadie se acuerda de las caras de los miembros de Supertramp, porque fueron un extraño grupo sin rostro. Pero, en todo este tiempo, montones de chicos guapos han aparecido y desaparecido, mientras que Supertramp siempre ha estado presente.

A lo largo de toda esta era geológica del ‘rock’, la flora y la fauna, las formas de vida primitivas, los cavernícolas con aspecto de simio e incluso los ‘homo sapiens’ han tenido sus quince minutos de gloria, pero Supertramp ha resistido el paso del tiempo como si se tratase de una gran roca sedimentaria.

“Entre dos de nuestros discos han aparecido y desaparecido montones de corrientes musicales, y ni siquiera nos hemos dado cuenta”, dice el líder de Supertramp, Rick Davies, que fundó el grupo en 1969.

El saxofonista, John Helliwell, que se unió a la banda en 1974, coincide con él: “Hemos sobrevivido a la época de Edward Heath, a la de Margaret Thatcher, a la de John Major… Nosotros vamos a lo nuestro, sin importarnos quién esté en el poder”.

Ni siquiera son conscientes de que el sonido del piano eléctrico Wurlitzer, típico de muchas de sus grabaciones, se ha puesto de moda dentro de la música ‘dance’. “Se trata de un sonido característico de nuestro grupo”, dice Davies en tono serio.

Según Helliwell, el secreto del éxito del grupo siempre ha sido el trabajo duro. Se trata de un par de tipos agradables, bromistas e incluso tal vez demasiado simpáticos, en su evidente afán por conseguir que les tratemos bien, pues tienen algunos recelos sobre la prensa inglesa. En sus palabras puede apreciarse cierto resentimiento hacia unos medios de comunicación que despreciaron su música sólida y artesanal a la vez que apoyaban el ‘punk’ de los años 80.

“Las cosas van demasiado deprisa en Inglaterra”, se queja Davies con un acento que es una extraña mezcla entre originario de Wiltshire y de California, pues nació en Swindon pero lleva veintidós años viviendo en Los Angeles. “Cada tres semanas siguen apareciendo nuevas tendencias musicales”.

Helliwell, procedente de Yorkshire y que con el tiempo ha vuelto a tener su residencia cerca de su ciudad natal, Todmorden, también se pone serio. “Montones de tendencias”, murmura.

En Europa, sin embargo, Supertramp sigue siendo un grupo de masas. Davies dice que hay personas que van a verle después de los conciertos y le dicen que aprendieron a hablar inglés escuchando los discos del grupo.

Una de las atracciones de Supertramp, sobre todo en Europa, es la nostálgica imagen a la que se les asocia: aquellos viejos tiempos de los grupos del ‘rock’ pomposo de los 70, las películas de los Monty Phyton y el pudin de miel.

Supertramp juega con esa nostalgia. Incluso los efectos visuales de sus conciertos incluyen una vieja película de un viaje en tren desde Londres hasta Brighton, y hablando con Davies sobre los orígenes de la banda emergen los recuerdos sobre una época muy lejana en la que el té siempre se tomaba con bollitos y las porterías de los partidos de fútbol que jugaban los niños se hacían con jerseys.

Como hijo único de una madre que en los años 50 regentaba una peluquería en su casa familiar de la ferroviaria ciudad de Swindon, da la impresión de que Davies sería capaz de apreciar cada cariñoso detalle de una animación de Wallace y Gromit, aunque es muy probable que jamás haya oído hablar de ellos.

El primer acercamiento de Davies a su futura carrera musical tuvo lugar cuando sus padres compraron un tocadiscos de segunda mano que traía consigo una copia del álbum ‘Drummin’ man’ de Gene Krupa. Davies acabó formando una banda, Rick’s Blues, en la que Gilbert O’Sullivan tocaba la batería, y tras dejar de ir a la Escuela de Arte de Bournemouth entró en una banda ‘blues’ de Folkstone llamada The Lonely Ones que anteriormente había sido liderada por Noel Redding.

Siguiendo el consejo de un camarero, los miembros de The Lonely Ones se marcharon a Roma y a Ginebra para tocar en clubes. Abandonados a su suerte en el continente, se pusieron a hacer música para películas y empezaron a trabajar sobre una extraña fusión de ‘rock’ y música clásica auspiciada por su representante y por un músico americano que componía todas las letras de las canciones.

“Por entonces todos los grupos eran del estilo de Yes y The Nice, así que pensamos que cualquier cosa era buena mientras siguiésemos teniendo trabajo”, recuerda Davies. “Firmamos un contrato con Robert Stigwood y estuvimos con él dos semanas, pero aquella música era terrible. Acabamos separándonos y yo regresé a Inglaterra para volver a empezar de cero. Era el año 1969, puse un anuncio y formé una nueva banda. Aquella fue la primera versión de Supertramp, con Roger”.

Roger Hodgson, el otro cantante y compositor del grupo (la canción ‘Dreamer’, por ejemplo, es suya, y tal vez por eso no la tocaron en Bélgica), dejó Supertramp en 1983 para emprender su carrera en solitario.

“Lo más curioso es que, al haber pasado tanto tiempo en Europa, nos habíamos perdido toda la transición que se había producido desde el ‘rhythm and blues’ y la época ‘hippie’”, dice Davies. “De repente me di cuenta de que había grupos como Procol Harum, Jethro Tull y Spooky Tooth que no necesitaban ponerse a dar saltos ni hacer el idiota, y sin embargo tenían éxito entre el público. Fue entonces cuando pensé que nosotros también podíamos tener una oportunidad”.

Después de reunirse en una casa de campo para componer música juntos, siguiendo el ejemplo de King Crimson, publicaron su primer álbum en 1970. Tras un par de reajustes en la formación de la banda, acabaron triunfando primero con ‘Crime of the century’ (1974) y después con ‘Crisis? What crisis?’ (1975), ‘Even in the quietest moments’ (1977) y ‘Breakfast in America’ (1979).

Todos esos discos antiguos acaban de ser remasterizados y han vuelto a ser publicados, mientras que su nuevo álbum, ‘Some things never change’, es su primer trabajo en estudio desde 1987. Es impresionante que ellos hayan estado más tiempo fuera del negocio que lo que dura toda la carrera de muchas otras bandas.

La gira actual está siendo extraordinariamente rentable, con una banda formada por reputados músicos de sesiones de Los Angeles, y en la que el relativamente joven Mark Hart, ex miembro de Crowded House, hace el papel de Roger Hodgson. Se han encendido las luces, el tren de Londres a Brighton se ha puesto en marcha, y el grupo dedica tres horas a repasar todos sus éxitos.

“Yo intento no hacerme pasar por el jefe”, dice Davies, que parece exactamente eso, el jefe. “Simplemente llamo a los demás y les pregunto si quieren venir a tocar. No tenemos ninguna necesidad económica para salir de gira, pues hemos vendido montones de discos, y además sería deprimente organizar un concierto y que no asistiera nadie a él. No me pondría a darme cabezazos contra la pared por ello, pero si soy músico tendré que hacer música… Soy consciente de que a estas alturas ya no voy a componer mi obra maestra”.

Obra maestra o no, lo cierto es que el nuevo álbum contiene una verdadera joya, la estupenda balada ‘Live to love you’, y Supertramp sigue personificando a la perfección las virtudes del tradicionalismo inglés. Tal vez no sean tipos muy interesantes, pues nunca lo han sido, pero siguen siendo honestos. Y, desde luego, siguen estando de moda en Bélgica.

Supertramp actuará este lunes en Birmingham, y el próximo 19 de Junio en el Albert Hall de Londres. Ya no quedan entradas para ninguno de esos conciertos, pero volverán al Albert Hall en Septiembre, y por esas mismas fechas también tocarán en Newcastle, Glasgow, Sheffield y Manchester.