Reportaje de Mike Nicholls con John Helliwell como protagonista, durante la visita de Supertramp a Inglaterra en plena gira de "Famous Last Words".

 

Echad un vistazo a las superestrellas que forman mediocres y millonarias bandas de rock como Styx, Foreigner, Journey, REO Speedwagon… La lista no acaba nunca. Una cosa que todos estos grupos tienen en común es el anonimato de las caras de sus miembros. Caras que, a juzgar por las fugaces imágenes que aparecen en la pantalla, son tan insulsas como su música.

Con sus lujosas melodías y una producción impecable, a menudo se piensa incluir a Supertramp dentro de esta misma categoría. Pero después de de doce años y ocho álbumes de existencia, su música ha demostrado tener un ingenio y una gracia que no poseen la mayoría de sus colegas. Seguramente ellos también están enfocados al mismo mercado AOR, pero fijaos detenidamente y veréis la personalidad de sus caras reflejada en sus discos.

El saxofonista y teclista John Helliwell es un personaje bastante llamativo. A sus 38 años, con barba, alto y delgado, posee un envidiable bronceado que es perfectamente comprensible si tenemos en cuenta que él y su familia llevan viviendo en Los Angeles desde 1975.

“Nos fuimos allí después de grabar ‘Crisis? What crisis?’ aquí en Inglaterra, para hacer una gira por América. Después de tantos años en Gran Bretaña, vimos Estados Unidos como una oportunidad para dar un paso adelante. Pero el despegue no llegó hasta 1979 con ‘Breakfast in America’. Sí, ya sé que nuestro representante afirma que ese álbum ha vendido catorce millones de copias en todo el mundo, pero yo prefiero no tomármelo tan al pie de la letra”.

Uno podría ir más lejos y afirmar que John Helliwell sería capaz de convencerte de cualquier cosa. Nacido en Yorkshire y de talante decidido, debe ser uno de los músicos más sensatos de este mundo. Creció en una humilde granja donde todavía viven sus padres y en la que, a juzgar por su reducido tamaño, son incapaces de alojarle durante sus raras visitas. Decir que el éxito no le ha afectado sería quedarse corto. “No llevo un estilo de vida extravagante”, dice.

“Mi principal afición son las motocicletas. Justamente acabo de encargar otra, una Moto Guzzi 850 roja. Por tanto, he tenido que salir hoy a comprarme todo el conjunto de ropa de cuero roja, ya sabes”, prosigue, entrando en calor poco a poco con el ambiente del bar del hotel del West End donde tiene lugar la entrevista. “Este es el primer día libre que tengo en Londres desde hace años. La última vez estuvimos en el Hilton, en Holland Park, apartados de todo. Hoy me he metido en el metro, he estado mirando escaparates en Piccadilly Circus...”

El entusiasmo de John es de agradecer, y no hay preguntas que se niegue a contestar. Una de las primeras trata sobre la inminente separación de los líderes de Supertramp, pues ya se ha anunciado que al final de la presente gira, que cruzará las fronteras de Gran Bretaña a finales de mes, Roger Hodgson abandonará el grupo.

Roger, desde los inicios de la banda, ha sido el principal compositor de canciones junto a Rick Davies. Al compartir el liderato, ambos han tendido a aproximar su visión de la música desde direcciones opuestas, y sus diferencias han sido limadas por el resto del grupo: Dougie Thomson (bajo), Bob Siebenberg (batería y percusión), y el propio John. Pero esta vez Rick quiere avanzar en una dirección más dura y conceptual, y con el resto del grupo apoyándole, Roger ha decidido marcharse.

“Ya ha grabado un álbum en solitario en su estudio de Los Angeles”, revela John. “Toca todos los instrumentos excepto la batería, en la que cuenta con Mike Shrieve, de Santana. Nuestro batería, Bob Siebenberg, también ha grabado un disco que ya está preparado y en el que aparecen B.J. Wilson, antiguo miembro de Procol Harum, y Scott Gorham, de Thin Lizzy. Yo podría publicar alguna vez un álbum en solitario, quién sabe. He compuesto algunas cosas, pero soy muy lento”.

Mientras tanto, volviendo a la banda actual, su nueva dirección más dura y conceptual podrá apreciarse en un disco titulado ‘Brother where you bound’, cuyo tema central no dista mucho del comunismo. Tras preguntarle cómo pueden compaginar esa ideología con sus millonarios estilos de vida, John me recuerda su pasado humilde.

“Me marché de casa a los 18 años y me hice programador de ordenadores en Birmingham, mientras tocaba en varios grupos locales. El más conocido de ellos era Alan Bown Set, en el que estuvo como cantante Robert Palmer. Otras veces acompañaba a algunos de los mejores músicos soul de la época, como Jimmy Ruffin y Arthur Conley”.

Helliwell todavía seguía dedicándose a todo esto cuando entró en Supertramp, aunque algunos de sus trabajos para conseguir dinero extra fuesen más rutinarios. “Toqué en clubes de strip-tease y en bares poco recomendables, e incluso estuve trabajando en una fábrica, enroscando tuercas y tornillos en tuberías”.

Muy constructivo. Durante todo este tiempo, John ha permanecido con la misma mujer, con la que se casó en 1970. El hecho de que todavía sigan juntos después de los importantes cambios que han experimentado en cuanto a clima y clase social, es un tributo a la gran estabilidad y fortaleza de espíritu de John. Son la excepción que confirma la regla dentro del mundo del rock and roll, en el que no hace falta mencionar nombres como Mick Jagger, Sting, Andy Summer, etc.

“Mi mujer se ha adaptado muy bien a aquello, y nuestro hijo de 8 años está en el mejor momento de su vida. También tiene una moto roja en Topanga Canyon, donde tenemos nuestra casa. No, no me importa vivir en Los Angeles, ni que todos los locales cierren a las 11 de la noche. Soy un hombre muy hogareño, y cuando se trata de divertirse, la mitad de los miembros del grupo tienen sus propios estudios, así que nos reunimos y nos ponemos a improvisar”.

Le pregunto si hay algo de la nueva música inglesa que encaje en sus nuevos gustos californianos. “Sí, he comprado los discos de Soft Cell, Kate Bush, Peter Gabriel... Todos los de Genesis, lo cual supongo que no te sorprende. Me gusta mucho la música británica, y eso influye en que este regreso haya sido más agradable. Es una pena que sólo toquemos tres noches aquí, pero se debe a problemas de disponibilidad del recinto donde actuamos”.

En lo que no hay problemas es en la venta de entradas. Supertramp tocará tres noches en el gigantesco Earls Court. La última vez que actuaron aquí, en la cima de su popularidad con ‘Breakfast in America’, fueron dos noches en el estadio de Wembley. Si los próximos conciertos son representativos en algo, significa que la banda es tres veces más importante en Londres, en un momento en el que sus próximos trabajos todavía son relativamente desconocidos.

Y Londres no es la única capital en la que acuden decenas de miles de fans a los conciertos. En París también se vive Supertramp a lo grande, pues el grupo eligió grabar allí su álbum en directo de 1980.

“Se nos ocurrió ponerle al álbum el nombre ‘Paris’ para distinguirnos de otros grupos que llaman a sus discos ‘Live in New York’ y cosas así. Tenemos ganas de volver a tocar allí, espero que esta vez no haya grandes disturbios”, murmura con gesto serio.

Queen acaba de tocar en esa hermosa ciudad y no ha habido problemas de gamberrismo. Lo sé porque uno de los guitarristas que suelen tocar con ellos ahora lo hace con Supertramp. Se llama Fred Mandel y supongo que su mayor reivindicación en busca de fama ha sido declinar la gira que tenía prevista con David Bowie para unirse a Supertramp, cuya expedición mundial dura nada menos que seis meses.

Me encuentro con Fred en el hotel, en la habitación de John, donde me deja entrar para ver la repetición de la final de Copa de fútbol y me invita a participar de un pastel gigante que un periodista de la televisión austriaca le ha traído esta misma mañana de Viena. Durante el partido, varios miembros de Queen llaman por teléfono, y John me habla de los partidos que suele organizar en Los Angeles.

“Rod Stewart juega muy bien al fútbol, y Marty Feldman, que en paz descanse, hacía que los partidos fuesen muy divertidos. Fingía sobornar al árbitro y hacía todo tipo de trampas”.

¿Y quién hacía de árbitro? Por supuesto, John. A estas alturas ya debería haber quedado claro que es un tipo con la cabeza en su sitio.