El líder de Supertramp habla sobre la historia y la actualidad del grupo durante una entrevista en el periódico canadiense "Vancouver Sun".

Una estrofa de la canción “If everyone was listening” de Supertramp dice lo siguiente: “Si todos prestasen atención, ya sabéis – Habría una oportunidad para salvar el espectáculo - ¿Quién será el último cómico en ser ovacionado? – Oh no, por favor, no dejéis que caiga el telón”.
 
El telón, de hecho, ha caído más de una vez en Supertramp. La primera vez ocurrió antes de que se oyese hablar de ellos. La segunda, después de que se les hubiese olvidado.
 
Pero Supertramp, que tocará en Vancouver el día 16 y en Kelowna los días 17 y 18, ha demostrado a lo largo de los años una resistencia que sería la envidia de todo el mundo excepto Bob Dylan, los Rolling Stones y los mejillones cebra. Y han tomado el largo camino a casa siguiendo su propio itinerario.
 
Aún así, según su fundador y líder Rick Davies, este podría ser el telón definitivo para Supertramp. “Tal vez esta sea la última gira a gran escala”, dice. “Sería bonito en el futuro tocar en algunos festivales o en teatros, espectáculos a menor escala en los que no tengamos que transportar tanto material”.
 
El grupo acaba de terminar una gira europea de 73 conciertos y actualmente está atravesando Canadá (haciendo algunas paradas en Estados Unidos) para promocionar su último disco, “Slow motion”.
 
“Después será cuestión de que echarnos un vistazo a nosotros mismos y preguntarnos: ‘¿Ya está? ¿Deberíamos hacer algo ligeramente distinto? ¿O qué deberíamos hacer?’”, dice Davies.
 
En cualquier caso, ha sido un largo trayecto para un grupo que estuvo a punto de ni siquiera asomar la cabeza. Supertramp fue formado en Londres en 1969, después de que el millonario holandés Stanley August Miesegaes (conocido como “Sam”) se ofreciese para financiar los esfuerzos de Davies en fundar una banda.
 
Mediante anuncios en la revista “Melody maker”, Davies ensambló Supertramp (que fue llamado así por el libro de 1908 “Autobiografía de un supervagabundo” que William Henry Davies escribió sobre sus experiencias como mendigo en Estados Unidos) y empezaron las grabaciones.
 
Un par de discos poco relevantes (“Supertramp” e “Indelibly stamped”) más tarde, Miesegaes pensó que ya había tenido bastante y les retiró su apoyo económico.
 
“Aquello fue horrible. Teníamos muchas deudas y ni siquiera habíamos formado una banda estable”, recuerda Davies. “Transcurrió un período de varios meses y después recibimos una carta suya en la que decía: ‘No os preocupéis por nada, ya me pagaréis cuando tengáis la oportunidad’”.
 
Esa oportunidad llegó antes de lo que nadie pudiese imaginar. El siguiente álbum, “Crime of the century”, de 1974, lanzó a Supertramp en las listas británicas y fue el primero de una oleada de cuatro discos que culminó con “Breakfast in America”, el cual vendió dieciséis millones de copias.
 
“Las canciones van surgiendo sobre la marcha”, dice Davies, descartando cualquier posibilidad de que el éxito de esos discos fuese algo previsto. “No creo que nadie pueda hacer planes cuando forma una banda, aparte de ‘queremos sonar como Traffic’ o cosas así”.
 
“Las cosas comenzaron a cambiar para nosotros cuando empezamos a presentarnos como un espectáculo organizado, en vez de ir por los institutos haciendo que un montón de críos borrachos subieran al escenario y se pusieran a bailar al son de ‘Johnny B. Goode’, que era lo que hacíamos hasta entonces”.
 
“Empezamos a introducir elementos teatrales, con luces y películas, añadiendo dinamismo a la música, y pareció que aquello encajaba con nosotros”.
 
Con sus distintivos piano y saxofón como seña de identidad, Supertramp publicó “Crime of the century”, “Crisis? What crisis?”, “Even in the quietest moments” y “Breakfast in America” entre 1974 y 1979, el último de los cuales es su álbum más pop y famoso hasta la fecha.
 
Aunque entonces pareciese que la buena vida no tendría fin para Supertramp, Davies dice que ellos jamás había dado sentado que iban a triunfar. “Habíamos sobrevivido durante mucho tiempo antes de conocer el éxito”, dice. “Cinco años yendo de aquí para allá por toda Inglaterra, tocando en clubes y en institutos”.
 
Publicar algo después de “Breakfast in America” era una tarea inconmensurable, tanto que Davies dice que la esquivaron editando “Paris”, un álbum en directo. Se vendió muy bien, pero fue el último disco que lo consiguió. “Famous last words”, “Brother where you bound” y “Free as a bird”, los discos posteriores, fueron decepcionantes en cuanto a ventas. En 1988 Supertramp publicó otro álbum en directo (“Live 88”) y después la banda desapareció.
 
“No hicimos ningún anuncio al respecto”, dice Davies. “Creo que por entonces ya llevábamos mucho tiempo en la música y necesitábamos un descanso para ver si estábamos acabados”.
 
Al parecer no estaban acabados, aunque tardaron una década en volver a unirse (a excepción de Roger Hodgson, que dejó el grupo en 1982). Davies dedicó esa década a experimentar en su estudio y a improvisar con otros músicos de Los Angeles. Hace cinco años decidió grabar un álbum en solitario, pero cuando hizo la lista de los músicos con los que quería tocar, todo apuntaba hacia una cosa: Supertramp.
 
En 1997 la banda publicó “Some things never change”, con un sonido más suave y más jazz, pero inconfundiblemente Supertramp. La pasada primavera publicaron “Slow motion”, y desde entonces han estado actuando ante audiencias de diez mil personas. Davies dice que el nuevo álbum no defraudará a los fans del grupo.
 
“El disco contiene mucho de Supertramp, los elementos distintivos: el Wurlitzer, el saxo, algo de armónica... Las canciones son bastante buenas y están bien armadas, no hay demasiado relleno”.
 
“Estoy contento de estar ahí”, añade, “tocando y teniendo una audiencia en los conciertos. Las cosas cambian. Muchos jóvenes quieren escuchar lo que se lleva ahora, así que no me va a molestar no ser el número uno. Eso es algo que no me llama la atención”.