Crónica de Duncan Johnstone sobre el concierto de Roger Hodgson en Auckland, último de su gira neozelandesa, aparecida en la publicación musical "Stuff".


Roger Hodgson demostró que lo que importa es la voz mientras resucitaba nuevamente a Supertramp en Auckland. Arrancó con una de sus canciones características, ‘Take the long way home’, y después se confesó ante sus fans de Nueva Zelanda. “La verdad es que me siento como si hubiese tomado el largo camino a casa. Estuve aquí por última vez en 1976 y casi había olvidado lo hermoso que es esto”, dijo el músico de 60 años ante un abarrotado Aotea Centre.

Más conocido por ser la voz de Supertramp y el autor de la mayoría de sus éxitos, a continuación prometió un viaje a través de los recuerdos. Y no defraudó a nadie, cumpliendo su objetivo de asociar canciones a momentos vividos por el público en el pasado. Un público formado en su mayoría por gente de su generación, pero también por un puñado de jóvenes, prueba de lo que perduran sus canciones.

Si tienes la voz, ¿para qué quieres una banda? Esa es, sin duda, la teoría de Hodgson. Su aguda voz sigue siendo única, y tener la mayoría de ases de Supertramp bajo la manga es una apuesta ganadora que ha superado el paso del tiempo. Además, cualquier temor de que esas canciones famosas carecieran de fuerza sin el respaldo de sus colegas fue rápidamente despejado por Aaron MacDonald, quien forma en solitario la banda que acompaña a Hodgdson.

El joven canadiense cautivó a la audiencia con su armónica al comienzo de la canción que abría el concierto, y cuando ejecutó una magnífica interpretación al saxofón dejó claro que iba a ser una noche digna de un gran espectáculo. Las voces de acompañamiento de MacDonald fueron perfectas, y proporcionó los toques necesarios con el sintetizador, varios instrumentos de viento y el piano.

Eso no quiere decir que Hodgson no tenga también un gran talento. Empezó a trabajar con Supertramp en 1969 como bajista, y anoche abrió el concierto con el órgano, luego empuñó la guitarra para tocar su gran éxito ‘Give a little bit’ y después se pasó al piano para interpretar ‘Lovers in the wind’. Tres canciones, tres sonidos diferentes y un recordatorio instantáneo de su increíble capacidad como compositor y letrista.

Esparció algunos temas de su carrera en solitario, que no ha sido demasiado fructífera desde que la inició en 1984. Pero eran las viejas canciones de Supertramp las que el público había ido a escuchar, y tocó muchas de ellas. Que nadie olvide que este tipo es culpable de haber vendido más de sesenta millones de discos.

‘Sister Moonshine’, ‘The logical song’ y ‘Breakfast in America’ fueron ejecutadas con tal precisión que si alguien cerraba los ojos podía jurar que había vuelto a los años 70 y estaba escuchando su tocadiscos a toda pastilla. Hodgson supo que tenía al público en el bolsillo cuando todo el mundo empezó a silbar al unísono en ‘Easy does it’, y al acometer ‘Dreamer’ hizo que algunos fans se pusieran de pie. Todos se quedaron fascinados por el maravilloso final de ‘Fool’s overture’ y, como era previsible, se quedaron pidiendo a gritos más canciones.

Cuando Hodgson y MacDonald volvieron para hacer los bises, consiguieron que el público saliese a los pasillos para bailar con ‘School’ e ‘It’s raining again’. El concierto finalizó con toda la gente cantando una repetición de ‘Give a little bit’, canción que ha sido utilizada para campañas benéficas en todo el mundo. Hodgson acabó entusiasmado con su actuación de dos horas: “Por eso hago estos conciertos. Espero veros de nuevo muy pronto”.

Fue una noche maravillosa que sólo tuvo un par de cosas criticables. Una, los arbustos que rodeaban el escenario y hacían que aquello pareciera la zona de descanso de un centro comercial. Y otra, la empalagosa presentación que hicieron de un hombre que no necesitaba ninguna presentación.