Crónica de Christiane Fasching sobre el concierto ofrecido por Roger Hodgson en Imst, publicada en el diario austríaco "Tiroler Tageszeitung".


Roger Hodgson es un poco como el papa Francisco: tiene pinta de ser una persona agradable y se gana los elogios de sus seguidores con los pequeños detalles del día a día. Al comienzo de su actuación en el festival Glenthof de Imst le bastó con un “¡Buenas noches!” en alemán para provocar una atronadora ovación.

Hodgson, inteligentemente, confesó durante su presentación que su alemán no era demasiado bueno antes de recibir una gran aclamación al afirmar que le encantaba la región del Tirol. El músico británico de 63 años, que se ha autoimpuesto la etiqueta de “La voz legendaria de Supertramp”, es todo un profesional y sabe cómo poner al público de su parte.

Pero Hodgson podría haberse ahorrado ese ejercicio de calentamiento, pues sus fans le adoran igualmente. Lo cual no es ningún milagro, teniendo en cuenta el enorme número de grandes éxitos que transporta en su maleta. Durante catorce años, este instrumentista que en directo se alterna entre la guitarra, el piano y los teclados, fue la voz y el alma de Supertramp.

Canciones tan famosas e inolvidables como ‘Take the long way home’, ‘Dreamer’ o ‘The logical song’ forman parte de su repertorio, y a día de hoy no pueden dejar de sonar en ninguna fiesta en la que se sigan pinchando discos de vinilo y cintas de casete. Y, por supuesto, tampoco podían faltar en el concierto con el que se inauguraba el festival de jazz de este año.

Quienes temieran que sólo iban a escuchar las composiciones que Hodgson ha publicado a lo largo de su etapa en solitario, pudieron respirar tranquilos incluso antes de que sonase la primera nota. Sobre los asientos del recinto habían sido depositados folletos con una lista de las canciones que “Roger suele interpretar en sus conciertos”. Un bonito detalle que el público agradeció satisfecho al repasar la lista.

Muy satisfecho también se mostró Hodgson, quien se refirió a sus canciones como “trozos de su corazón” y al concierto como “un viaje por su vida”. Aún así, les concedió a todos los espectadores la licencia de experimentar cada una de sus interpretaciones como mejor les pareciera, y eso fue lo que hicieron los novecientos asistentes al concierto.

A lo largo de dos horas, incluyendo un pequeño descanso para fumar, se fue desarrollando este viaje al pasado. El hecho de que la mayoría de sus grandes éxitos fuesen interpretados en la segunda parte de la actuación sirvió para que el público acabase el concierto eufórico. Al final sólo los folletos permanecían sobre los asientos, mientras que el público no paraba de bailar y Hodgson se manifestaba como un hombre del tiempo muy fiable: cantó “It’s raining again” poco antes de que se pusiera a diluviar.