Crónica de Pablo Leites sobre el concierto de Roger Hodgson en la ciudad argentina de Córdoba, publicada en el diario nacional "La Voz".


Lo bueno de asistir a un concierto de Roger Hodgson es que no hace falta ser fan. Cualquiera de entre treinta y pico y sesenta años debe haber escuchado, tarareado o silbado alguna vez unos cuantos de los hits irrompibles que el señor desgarbado de aspecto de hippie sabio y bondadoso firmó cuando era la mitad más uno de Supertramp, o luego como solista.

Un poco de eso se trataba la cita en el Orfeo a la que asistieron anoche unos dos mil entusiastas de la música. De corroborar en vivo y en directo lo que presentían cada vez que ponían “Breakfast in America” en el tocadiscos hace más de 30 años: que eran canciones inmunes al paso del tiempo.

Con un pequeño porcentaje de las elegidas para el setlist (pongamos “In jeopardy”, “Dreamer”, “Give a little bit”, “Breakfast in America”, “Lovers in the wind”, “It's raining again” y “School”), ya tendría Hodgson calidad suficiente como para destilar durante toda una carrera.

Razón de más para asimilar que se trata de un impresionante constructor de canciones, además de un tipo privilegiado que mantiene intacta a los 62 la misma voz de tenor que se le reconoce desde los 20 y, sobre todo, un artista que proyecta desde el escenario un carisma sano, sin histerias y con el aspecto de quien hace rato hizo las paces con todo lo que podría alterarlo. De estrellato, nada.

Al frente del compactísimo tandem que integran Bryan Head en batería, Kevin Adamson en teclados, David Carpenter en bajo y Aaron Macdonald en saxos, armónica, teclados, coros y casi todo lo demás, Roger da una lección de interpretación de hits nacidos de irresistibles cepas pop y radiables para siempre como “The logical song” con la misma meticulosidad y respeto por su propia obra con el que aborda los once minutos y segundos que tiene la profundísima y compleja “Fool's overture”.

Respeto, esa es la palabra. Como cuando decidió alejarse de todo el ruido, las grabaciones y las giras porque el negocio en que se había convertido todo amenazaba con robarle el placer de tocar y un accidente lo dejó diez años pensando. Felizmente para los seguidores de Supertramp, y para él mismo, de esa década resurgió con un ímpetu que le dura y que instaló en escena anoche desde que salió con etérea camisa blanca y chaleco hasta que cerró, 19 temas más tarde y bañado de ovaciones.

En el interín, sacó a relucir un notable manejo de climas, un histrionismo sobrio y para nada exagerado y una permanente búsqueda de conexión con el público. "Debemos venir más seguido a Córdoba. ¿Saben? Me dan ganas de bajar y abrazarlos a todos", "Me encantan vuestros 'olés'" o "Mi español no es muy bueno, pero lo intentaré, será la parte cómica del show", fueron algunas de las muchas alocuciones que intercaló entre explicaciones amenas del origen de algunas de sus canciones.

Así, por ejemplo, es posible enterarse de que las preocupaciones centrales de su juventud, rectoras de su pluma en “The logical song” (quiénes somos, para qué venimos al mundo, quién es Dios) no son tan distintas a las que, por ejemplo, asoman en “Death and a zoo”, una de las más recientes. "Si fueras un animal y te capturaran, ¿preferirías morir o vivir en un zoológico", leyó en dificultoso castellano.

Musicalmente, además, no hay muchos compositores que hayan conjugado tan bien la complejidad sonora con cuidadas armonías melódicas. No en vano Hogdson se reconoció a sí mismo como un ferviente admirador de los Beatles. Como ellos, aunque más influido a veces por lo sinfónico que todo lo teñía en los 70, por cierto espíritu folk otras, Hodgson entrega en este “World Tour 2012” perlas de su propia cosecha como “Along came Mary”, con chispazos de la música dodecafónica con que los de Liverpool asombraban en su álbum blanco.

"Soy un ganador, soy un pecador. ¿Quieres mi autógrafo?", tira en uno de los versos del desayuno americano más famoso del pop. Tres décadas más tarde, pareciera que Hodgson se trata a sí mismo como si no fuera una leyenda de la música. En el fondo, debe saber que lo es.